Capítulo IV
DIÁLOGO PARA LA COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN
miras a la comunión, buscando áreas de participación para el anuncio universal de la
salvación.
1.1. Introducción
1097. La Evangelización tiene una universalidad sin fronteras: «Id por todo el mundo y
predicad el Evangelio a toda creatura» (Mc 16,15). La Iglesia, depositaria de la Buena
Nueva y evangelizadora comienza por evangelizarse a sí misma (282). Este mandato del
Señor, del que son depositarios todos los cristianos, motiva un esfuerzo común, impulsado
por el Espíritu Santo a dar testimonio de nuestra esperanza «ante todas las gentes» (283).
Frente a la responsabilidad de la Evangelización, la Iglesia Católica se abre a un diálogo de
comunión, buscando áreas de participación para el anuncio universal de la salvación.
1098. Esto supone que Evangelización y Diálogo están íntimamente relacionados. Las áreas
de intercambio que se abren ante la Iglesia son muchas y variadas, pero aquí, conforme al
Concilio y a la Encíclica Ecclesiam Suam (284), las hemos concretado a tres: los cristianos
no católicos; los no cristianos; los no creyentes.
1099. El Continente latinoamericano fue evangelizado en la Fe católica desde el
descubrimiento. Esto constituye un rasgo fundamental de identidad y unidad del Continente
y, a la vez, una tarea permanente. Por diversas causas se aprecia hoy un creciente
pluralismo religioso e ideológico.
1.2. Situación
1100. La Iglesia católica constituye en América Latina la inmensa mayoría, lo cual es un
hecho de carácter no sólo sociológico, sino también teológico muy relevante.
1101. Junto a ella se encuentran Iglesias orientales e Iglesias y comunidades eclesiales de
Occidente.
1102. Se dan también los que suelen llamar ahora «movimientos religiosos libres»
(popularmente: «sectas»), de los cuales algunos se mantienen dentro de los límites de la
profesión de fe básicamente cristiana; otros, en cambio, no pueden ser considerados tales.
1103. El judaísmo está presente, con la variedad de corrientes y tendencias que le es propia.
1104. Encontramos el islamismo y otras religiones no cristianas.
1105. Observamos igualmente otras formas religiosas o para-religiosas, con un conjunto de
actitudes muy diferentes entre sí que aceptan una realidad superior («espíritus», «fuerzas
ocultas», «astros», etc.) con la cual entienden comunicarse para obtener ayuda y normas de
vida. 1106. La «no creencia» es un fenómeno que designa realidades muy diversas. Se manifiesta
por explícito rechazo de lo divino -forma la más extrema-, pero más frecuentemente por
deformaciones de la idea de Dios y de la religión, interpretados como alienantes. Esto se
aprecia bastante en los ambientes intelectuales y universitarios; en medios juveniles y
obreros. Otros equiparan las religiones y las reducen a la esfera de lo privado. Finalmente,
crece el número de quienes se despreocupan de lo religioso, al menos en la vida práctica.
Aspectos positivos y negativos
1107. Sobre todo después del Vaticano II, creció entre nosotros el interés por el
ecumenismo. De esto tenemos pruebas en la promoción conjunta de la difusión, el
conocimiento y aprecio de la Sagrada Escritura; en la oración privada y pública, cada vez
más frecuente, por la unidad, que tiene en la semana dedicada a tal fin una expresión muy
particular; en encuentros y grupos de reflexión interconfesionales; en trabajos conjuntos
para la promoción del hombre, la defensa de los derechos humanos y la construcción de la
justicia y de la paz. En algunos lugares se ha llegado a Consejos bilaterales o multilaterales
de Iglesias, a diversos niveles.
1108. Persiste, con todo, en muchos cristianos la ignorancia o la desconfianza con respecto
al ecumenismo. Desconfianza que en nuestras comunidades se origina en gran parte, en el
proselitismo, serio obstáculo para el verdadero ecumenismo. Otro hecho negativo con
respecto a éste es la existencia de tendencias alienantes en algunos movimientos religiosos,
que apartan al hombre de su compromiso con el prójimo. Pero también se dan, so pretexto
de ecumenismo, aprovechamientos o instrumentaciones políticas que desvirtúan el carácter
del diálogo.
1109. Los «movimientos religiosos libres» manifiestan frecuentemente deseo de
comunidad, de participación, de liturgia vivida que es necesario tener en cuenta. Con todo,
no podemos ignorar, en lo tocante a esos grupos, proselitismos muy marcados,
fundamentalismo bíblico y literalismo estricto respecto de sus propias doctrinas.
1110. Tanto a nivel continental como en algunas naciones en particular, ha comenzado a
estructurarse el diálogo con el judaísmo. Sin embargo, se comprueba la persistencia de
cierta ignorancia de sus valores permanentes y algunas actitudes deploradas por el mismo
Concilio (285).
1111. El monoteísmo islámico, la búsqueda del absoluto y de respuestas a los enigmas del
corazón humano, características de las grandes religiones no cristianas, constituyen puntos
de aproximación para un diálogo que, en forma incipiente, se da en algunos lugares.
1112. En las otras formas religiosas o para-religiosas se advierte la búsqueda de respuestas
a las necesidades concretas del hombre, un deseo de contacto con el mundo de lo
trascendente y de lo espiritual. Con todo, se nota en ellas, junto a un proselitismo muy
acentuado, el intento de subyugar pragmáticamente la trascendencia espiritual del hombre. 1113. Para establecer un adecuado discernimiento del fenómeno de la no creencia con
miras a un diálogo efectivo, es necesario tener presente la variedad de causas y motivos que
lo generan, tales como las interrelaciones profundas entre las objetivaciones del pecado en
lo económico, lo social, lo político e ideológico-cultural, así como las ambivalencias de
toda búsqueda sincera de la verdad y de la promoción de la libertad. Tal vez la misma
Iglesia no puede considerarse sin culpa en este orden de cosas (286). No raras veces los no
creyentes se distinguen por el ejercicio de valores humanos que están en la línea del
Evangelio. La época no es extraña, sin embargo, a formas de ateísmo militante y a
humanismos que obstruyen un desarrollo integral de la persona.
1.3. Criterios doctrinales
1114. Evangelización y diálogo. En toda evangelización resuena la palabra de Cristo, que
es a su vez Palabra del Padre. Esta palabra busca la respuesta de fe (287). Pero también la
misma palabra, proclamada por la Iglesia, quiere entrar en fecundo intercambio con las
manifestaciones religiosas y culturales que caracterizan nuestro mundo pluralista de hoy
(288). Esto es el diálogo, que tiene siempre un carácter testimonial, en el máximo respeto
de la persona y de la identidad del interlocutor. El diálogo tiene sus exigencias de lealtad e
integridad por ambas partes. No se opone a la universalidad de la proclamación del
Evangelio, sino que la completa por otra vía y salva siempre la obligación que incumbe a la
Iglesia de compartir el Evangelio con todos (289). Es oportuno recordar aquí que
precisamente en el ámbito de la misión nació, en el siglo pasado, por la gracia del Espíritu
Santo, la preocupación ecuménica (290); no se puede predicar un Cristo dividido (291).
1115. Siendo esto así, la Iglesia en el Concilio impulsa a pastores y fieles a que
«reconociendo los signos de los tiempos participen diligentemente en la labor ecuménica»,
a fin de «promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos», «uno de los
principales propósitos del Concilio» (UR 4) (292).
1116. Respecto del judaísmo, el Vaticano II «recuerda el vínculo con que el Pueblo del
Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abraham» y por ello «quiere
fomentar y recomendar el mutuo reconocimiento y aprecio» (NA 4) entre los fieles de
ambas religiones.
1117. La voluntad salvífica universal de Dios alcanza a todos los hombres (293); la Iglesia
está persuadida de que habiendo Cristo muerto por todos y siendo una sola la vocación
última del hombre, es decir, divina, el Espíritu Santo ofrece a todos las posibilidades de ser
asociados de modo solamente conocido por Dios al misterio pascual (294). Siendo la fe
personal un acto libre, es menester que la Iglesia, dialogante, se aproxime a los no creyentes
con el mayor respeto de su libertad personal, procurando comprender sus motivaciones y
razones. La no creencia, por lo demás, constituye una interpelación y un reto a la fidelidad
y autenticidad de los creyentes y de la Iglesia (295).
1.4. Aspectos pastorales
1118. Fomentar una actitud más sencilla, humilde y autocrítica en la Iglesia y en los
cristianos como condición para un diálogo religioso fecundo. 1119. Promover en los diversos niveles y sectores en que el diálogo se establece, un
compromiso común decidido en la defensa y promoción de los derechos fundamentales de
todo el hombre y de todos los hombres, especialmente de los más necesitados, colaborando
en la edificación de una nueva sociedad más justa y más libre.
1120. Procurar la adecuada exposición de la doctrina católica, que ofrezca una justa
«jerarquía de verdades» (UR 11) y una respuesta válida a los planteamientos que le vienen
de la situación concreta latinoamericana. Procurar igualmente la educación, formación e
información necesarias en orden al ecumenismo y al diálogo religioso en general,
particularmente a los agentes de pastoral.
1121. Promover, en perspectiva ecuménica, un testimonio común a través de: oración,
semana por la unidad, acción bíblica conjunta, grupos de estudio y reflexión y en donde sea
posible comisiones y consejos interconfesionales, a diversos niveles.
1122. Estudiar diligentemente el fenómeno de los «movimientos religiosos libres» y las
causas que motivan su rápido crecimiento, para responder en nuestras comunidades
eclesiales a los anhelos y planteamientos a los cuales dichos movimientos buscan dar una
respuesta, tales como liturgia viva, fraternidad sentida y activa participación misionera.
1123. Propiciar el diálogo religioso con los judíos teniendo presente los principios y puntos
contenidos en las «orientaciones y sugerencias para la aplicación de la Declaración Nostra
Aetate»
1124. Informar y orientar a nuestras comunidades, en base a un lúcido discernimiento,
acerca de las formas religiosas o para-religiosas arriba mencionadas y las distorsiones que
encierran para la vivencia de la fe cristiana.
1125. Activar una presencia más decidida en los centros donde se generan las vigencias
culturales y de donde emergen los nuevos protagonismos. En este sentido se hace necesaria
una pastoral orgánica de la cultura, del movimiento de los trabajadores y de la juventud.
1126. Tomar conciencia de la realidad y extensión del fenómeno de la no creencia, con
miras a la purificación de la fe de los creyentes; a la coherencia entre fe y vida y a la
colaboración «en verdadera paz, para la edificación del mundo» (GS 92).
1127. Finalmente, considerar la dimensión ecuménica, así como la apertura al diálogo con
el mundo no cristiano y de la no-creencia, más que como tareas sectoriales, como una
perspectiva global del quehacer evangelizador.
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