miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulo III.- VISIÓN DE LA REALIDAD ECLESIAL HOY EN AMÉRICA LATINA


Capítulo III 
VISIÓN DE LA REALIDAD ECLESIAL HOY EN AMÉRICA LATINA 

3.1. Introducción 

72. La visión de la realidad en su contexto social que acabamos de presentar, nos muestra
que el pueblo latinoamericano va también caminando entre angustias y esperanzas, entre
frustraciones y expectativas (20).

73. Las angustias y frustraciones han sido causadas, si las miramos a la luz de la Fe, por el
pecado, que tiene dimensiones personales y sociales muy amplias. Las esperanzas y
expectativas de nuestro pueblo nacen de su profundo sentido religioso y de su riqueza
humana.

74. ¿Cómo ha mirado la Iglesia esta realidad? ¿Cómo la ha interpretado? ¿Ha ido
descubriendo la manera de enfocarla y esclarecerla a la luz del Evangelio? ¿Ha llegado a
discernir en qué aspectos esa realidad amenaza con destruir al hombre, objeto del amor
infinito de Dios, y en qué otros aspectos, en cambio, se ha ido realizando de acuerdo con
sus amorosos planes? ¿Cómo se ha ido edificando a sí misma la Iglesia, para cumplir con la
misión salvadora que Cristo le ha encomendado y que debe proyectarse en situaciones
concretas y hacia hombres concretos? ¿Qué ha hecho frente a la cambiante realidad, en
estos últimos diez años?

75. Éstos son los grandes interrogantes que como Pastores nos planteamos y a los que a
continuación trataremos de responder, teniendo presente que la misión fundamental de la
Iglesia es evangelizar en el hoy y el aquí, de cara al futuro.

3.2. Ante los cambios 

76. Hasta cuando nuestro Continente no había sido alcanzado ni envuelto por la vertiginosa
corriente de cambios culturales, sociales, económicos, políticos, técnicos de la época
moderna, el peso de la tradición ayudaba a la comunicación del Evangelio: lo que la Iglesia
enseñaba desde el púlpito era recibido celosamente en el hogar, en la escuela y era
sostenido por el ambiente social.

77. Hoy ya no es así. Lo que la Iglesia propone es aceptado o no en un clima de más
libertad y con marcado sentido crítico. Los mismos campesinos, antes muy aislados, van
adquiriendo ahora ese sentido crítico, por las facilidades de contacto con el mundo actual,
que les ofrecen principalmente la radio y los medios de transporte; también por la labor
concientizadora de los agentes de pastoral.

78. El crecimiento demográfico ha desbordado las posibilidades actuales de la Iglesia para
llevar a todos la Buena Nueva. También por falta de sacerdotes, por escasez de vocaciones
sacerdotales y religiosas, por las deserciones producidas, por no haber contado con laicos
comprometidos más directamente en funciones eclesiales, por la crisis de movimientos
apostólicos tradicionales. Los ministros de la Palabra, las parroquias y otras estructuras
eclesiásticas resultan insuficientes para satisfacer el hambre de Evangelio del pueblo
latinoamericano. Los vacíos han sido llenados por otros, lo que ha llevado en no pocos
casos al indiferentismo y a la ignorancia religiosa. No se ha logrado aún una catequesis que
alcance toda la vida.

79. El indiferentismo más que el ateísmo ha pasado a ser un problema enraizado en grandes
sectores de grupos intelectuales y profesionales, de la juventud y aun de la clase obrera. La
misma acción positiva de la Iglesia en defensa de los derechos humanos y su
comportamiento con los pobres ha llevado a que grupos económicamente pudientes que se
creían adalides del catolicismo, se sientan como abandonados por la Iglesia que, según
ellos, habría dejado su misión «espiritual». Hay muchos otros que se dicen católicos «a su
manera» y no acatan los postulados básicos de la Iglesia. Muchos valoran más la propia
«ideología» que su fe y pertenencia a la Iglesia.

80. Muchas sectas han sido, clara y pertinazmente, no sólo anticatólicas, sino también
injustas al juzgar la Iglesia y han tratado de minar a sus miembros menos formados. Tenemos que confesar con humildad que en gran parte, aun en sectores de la Iglesia, una
falsa interpretación del pluralismo religioso ha permitido la propagación de doctrinas
erróneas o discutibles en cuanto a fe y moral, suscitando confusión en el Pueblo de Dios.

81. Todos estos problemas se ven agravados por la ignorancia religiosa a todos los niveles
desde los intelectuales hasta los analfabetas. Con todo comprobamos que ha habido un
avance muy positivo a través de la catequesis, especialmente de adultos.

82. La ignorancia y el indiferentismo llevan a muchos a prescindir de los principios
morales, sean personales o sociales, y a encerrarse en un ritualismo, en la mera práctica
social de ciertos sacramentos o en las exequias, como señal de su pertenencia a la Iglesia.

83. La secularización, que reivindica una legítima autonomía al quehacer terreno y puede
contribuir a purificar las imágenes de Dios y de la Religión, ha degenerado con frecuencia
en la pérdida de valor de lo religioso o en un secularismo que da las espaldas a Dios y le
niega la presencia en la vida pública. La imagen de la Iglesia como aliada de los poderes de
este mundo ha cambiado en la mayoría de nuestros países. Su firme defensa de los derechos
humanos y su compromiso con una promoción social real la han acercado más al pueblo
aunque, por otra parte, ha sido objeto de incomprensión o alejamiento por parte de algunos
grupos sociales.

84. Urgida por el mandato de Cristo de predicar el Evangelio a toda creatura, por la
inmensidad de la tarea y por el proceso de transformación, la Iglesia de América Latina al
mismo tiempo que ha sentido su insuficiencia humana, ha experimentado que el Espíritu de
Cristo la mueve e inspira y ha comprendido que no puede, sin caer en el pecado de
infidelidad a su misión, quedarse a la zaga e inmóvil ante las exigencias de un mundo en
cambio.

85. Desde la I Conferencia General del Episcopado realizada en Río de Janeiro en 1955 y
que dio origen al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y, más vigorosamente
todavía, después del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín, la Iglesia ha ido
adquiriendo una conciencia cada vez más clara y más profunda de que la Evangelización es
su misión fundamental y de que no es posible su cumplimiento sin un esfuerzo permanente
de conocimiento de la realidad y de adaptación dinámica, atractiva y convincente del
Mensaje a los hombres de hoy.

86. En esta actitud de búsqueda, se puede decir que, en América Latina, la Iglesia ha
desplegado una actividad muy intensa y ha organizado, a todo nivel, reuniones de estudio,
cursos, Institutos, encuentros, jornadas, sobre los más variados temas; todos orientados de
diversa manera a la profundización del Mensaje y al conocimiento del hombre en sus
situaciones concretas y en sus aspiraciones.

3.3. Ante el clamor por la justicia 

87. Desde el seno de los diversos países del continente está subiendo hasta el cielo un
clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que
demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los
pueblos.

88. La Conferencia de Medellín apuntaba ya, hace poco más de diez años, la comprobación
de este hecho: «Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una
liberación que no les llega de ninguna parte» (Med. Pobreza de la Igl. 2).

89. El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente,
impetuoso y, en ocasiones, amenazante.

90. La situación de injusticia que hemos descrito en la parte anterior nos hace reflexionar
sobre el gran desafío que tiene nuestra pastoral para ayudar al hombre a pasar de
situaciones menos humanas a más humanas. Las profundas diferencias sociales, la extrema
pobreza y la violación de derechos humanos que se dan en muchas partes son retos a la
Evangelización. Nuestra misión de llevar Dios a los hombres y los hombres a Dios, implica
también construir entre ellos una sociedad más fraterna. Esta situación social no ha dejado
de acarrear tensiones en el interior mismo de la Iglesia; tensiones producidas por grupos
que, o bien enfatizan «lo espiritual» de su misión, resintiéndose por los trabajos de
promoción social, o bien quieren convertir la misión de la Iglesia en un mero trabajo de
promoción humana.

91. Fenómenos nuevos y preocupantes son también la participación por parte de sacerdotes
en política partidista, ya no solamente en forma individual como algunos lo habían hecho
(21), sino como grupos de presión, y la aplicación a la acción pastoral en ciertos casos por
parte de algunos de ellos de análisis sociales con fuerte connotación política.

92. La conciencia de la misión evangelizadora de la Iglesia la ha llevado a publicar en estos
últimos diez años numerosos documentos pastorales sobre la justicia social; a crear
organismos de solidaridad con los que sufren, de denuncia de los atropellos y de defensa de
los derechos humanos; a alentar la opción de sacerdotes y religiosos por los pobres y
marginados; a soportar en sus miembros la persecución y, a veces, la muerte, en testimonio
de su misión profética. Sin duda, falta mucho por hacer para que la Iglesia se muestre más
unida y solidaria. El temor del marxismo impide a muchos enfrentar la realidad opresiva
del capitalismo liberal. Se puede decir que, ante el peligro de un sistema claramente
marcado por el pecado, se olvida denunciar y combatir la realidad implantada por otro
sistema igualmente marcado por el pecado (22). Es preciso estar atentos ante éste, sin
olvidar las formas históricas, ateas y violentas del marxismo.

3.4. Ante sí misma 

93. Urgida por un pueblo que pide el pan de la Palabra de Dios y demanda la justicia; en
actitud de escuchar ese pueblo profundamente religioso y por la misma razón pueblo que
pone en Dios toda su confianza, la Iglesia, en estos últimos diez años, ha realizado grandes
esfuerzos para dar una respuesta pastoral adecuada.

94. A pesar de lo indicado anteriormente (23), han ido surgiendo y madurando felices
iniciativas y experiencias. Si, por una parte, hay familias que se disgregan y destruyen,
corroídas por el egoísmo, el aislamiento, el ansia de bienestar, el divorcio legal o de hecho,
es también cierto que hay familias, verdaderas «Iglesias domésticas», en cuyo seno se vive la Fe, se educa a los hijos en la Fe y se da buen ejemplo de amor, de mutuo entendimiento y
de irradiación de ese amor al prójimo en la parroquia y en la diócesis.

95. Por una parte, no podemos negarlo, se producen dolorosos conflictos generacionales
entre padres e hijos; hay jóvenes que buscan únicamente el placer o conquistar una posición
lucrativa y de prestigio, imbuidos de una filosofía de «arribismo» y de dominación. Pero,
por otra, gracias a la educación que se realiza en la familia, en los colegios que han
renovado su sistema educativo en los grupos juveniles, hay también jóvenes que vibran por
el descubrimiento de Cristo y que viven intensamente su Fe en el compromiso con el
prójimo, particularmente con el pobre.

96. Las Comunidades Eclesiales de Base que en 1968 eran apenas una experiencia
incipiente, han madurado y se han multiplicado, sobre todo en algunos países, de modo que
ahora constituyen motivo de alegría y esperanza para la Iglesia. En comunión con el Obispo
y como lo pedía Medellín, se han convertido en focos de Evangelización y en motores de
liberación y desarrollo.

97. La vitalidad de las Comunidades Eclesiales de Base empieza a dar sus frutos; es una de
las fuentes de los ministerios confiados a los laicos: animadores de comunidades,
catequistas, misioneros.

98. En algunos lugares, no se ha dado la adecuada atención al trabajo en la formación de
Comunidades Eclesiales de Base. Es lamentable que en algunos lugares intereses
claramente políticos pretendan manipularlas y apartarlas de la auténtica comunión con sus
Obispos.

99. Florecen también otros grupos cristianos eclesiales de seglares hombres y mujeres, que
reflexionan a la luz del Evangelio sobre la realidad que les rodea y buscan formas
originales de expresar su Fe en la Palabra de Dios y de ponerla en práctica.

100. Con estos grupos, la Iglesia se muestra en pleno proceso de renovación de la vida
parroquial y diocesana, mediante una catequesis nueva, no sólo en su metodología y en el
uso de medios modernos, sino también en la presentación del contenido, orientado
vigorosamente a introducir en la vida motivaciones evangélicas en busca del crecimiento en
Cristo.

101. La liturgia ha logrado notables purificaciones de costumbres simplemente ritualistas y,
celebrada en parroquias renovadas y en grupos reducidos, una participación personal y
activa, tal como lo pide la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II.
Lamentablemente, algunos grupos han sido reacios a la renovación; otros han introducido
abusos. Para los Sacramentos, a pesar de resistencias encontradas al comienzo, la Iglesia ha
obtenido ya el establecimiento y la aceptación, tal vez con raras excepciones, de cursos
catequéticos pre-sacramentales y, en la celebración misma, la proclamación de la Palabra,
con lo cual la vida cristiana va ganando en iluminación y profundidad.

102. Las dolorosas tensiones doctrinales, pastorales y sicológicas entre agentes pastorales
de distintas tendencias, si bien subsisten aún van siendo superadas gradualmente, mediante la práctica del diálogo abierto y constructivo. En muchos lugares, los sacerdotes, para
ayudarse y sostenerse mutuamente en su vida espiritual y en su labor pastoral, se han
organizado en equipos. A veces, colaboran pastoralmente en estos equipos, religiosos,
religiosas y seglares.

103. La generosa ayuda recibida por nuestras Iglesias y el CELAM de las Iglesias hermanas
de Europa y Norteamérica, en personal y medios económicos, ha contribuido
significativamente al esfuerzo evangelizador en todo el continente. Por ello expresamos
nuestro profundo agradecimiento. Este hecho es un signo de la caridad universal de la
Iglesia. El esfuerzo de encauzar este aporte dentro de los planes de las Iglesias locales,
constituye un signo de respeto y comunión.

104. Para terminar esta somera descripción de la realidad eclesial, queremos hacer notar
que, en la Iglesia de América Latina, se está viviendo la comunión, no sin vacíos y
deficiencias, a diversos niveles:

105. Se vive la comunión en núcleos menores, la comunión en las familias cristianas, en las
Comunidades Eclesiales de Base y en las parroquias. Se realizan esfuerzos para una
intercomunicación de parroquias.

106. Se vive la comunión intermedia, la de la Iglesia particular o diócesis, que sirve de
enlace entre las bases más pequeñas y la universal. De igual manera, se vive la comunión
entre diócesis a nivel nacional y regional, expresada en las Conferencias Episcopales y, a
nivel latinoamericano, en el CELAM.

107. Existe la comunión universal que nace de la vinculación con la Sede Apostólica y con
el conjunto de las Iglesias de otros continentes. La Iglesia de América Latina posee
conciencia de su vocación específica, del papel y aporte al conjunto de la Iglesia universal,
en esta comunión eclesial que tiene su expresión culminante en nuestra adhesión al Santo
Padre, Vicario de Cristo y Pastor supremo.

108. La actividad ecuménica, expresada en el diálogo y en los esfuerzos conjuntos por la
promoción humana, se inscribe en el camino hacia la unidad anhelada.

109. La revalorización de la religiosidad popular, a pesar de sus desviaciones y
ambigüedades, expresa la identidad religiosa de un pueblo y, al purificarse de eventuales
deformaciones, ofrece un lugar privilegiado a la Evangelización. Las grandes devociones y
celebraciones populares han sido un distintivo del catolicismo latinoamericano, mantienen
valores evangélicos y son un signo de pertenencia a la Iglesia.

3.5. Estructuras de evangelización 
Las parroquias 

110. Se anota que la organización pastoral de la parroquia, sea territorial o personal,
depende ante todo de quienes la integran, de la unión que existe entre ellos como
comunidad humana.

111. La parroquia rural se encuentra identificada generalmente en sus estructuras y
servicios con la comunidad existente. Ella ha tratado de crear y coordinar Comunidades
Eclesiales de Base que correspondan a los grupos humanos dispersos por el área parroquial.
Las parroquias urbanas, en cambio, desbordadas por el número de personas a las que deben
atender, se han visto en la necesidad de poner mayor énfasis en el servicio cultual litúrgico
y sacramental. Cada día se hace más necesaria la multiplicación de pequeñas comunidades
territoriales o ambientales para responder a una evangelización más personalizante.

La escuela 

112. Es un lugar de Evangelización y comunión. El número de escuelas y colegios católicos
ha disminuido en proporción con las exigencias de la comunidad, pero, por otra parte, se es
más consciente de la necesidad de la presencia de cristianos comprometidos en las
estructuras educativas estatales y privadas no de la Iglesia. Los centros educativos católicos
se abren cada día más a todos los sectores sociales.

3.6. Ministerios y carismas 
Obispos 

113. La imagen y la situación del Obispo ha cambiado quizás en estos años. Se nota un
mayor espíritu de colegialidad entre ellos y mayor corresponsabilidad con el clero, los
religiosos, las religiosas y los laicos, especialmente a nivel de Iglesia particular, aunque es
lamentable que no siempre se tenga en cuenta la necesaria coordinación regional o
nacional.

114. Hoy, de manera especial, se pide al Obispo un testimonio evangélico personal, más
acercamiento a los sacerdotes y al pueblo. Sin duda, actualmente hay más sencillez y
pobreza en su forma de vida.

115. La multiplicación de Diócesis ha favorecido el contacto entre el Obispo y la
comunidad diocesana.

Presbíteros 

116. La escasez de sacerdotes es alarmante, aunque en algunos países se da un
resurgimiento de vocaciones. Los sacerdotes viven sobrecargados de trabajo pastoral,
especialmente donde no ha habido suficiente apertura a los ministerios que se confían a los
laicos y a la cooperación en su misión. Es alentador el espíritu de sacrificio de muchos
sacerdotes que asumen con valentía la soledad y el aislamiento sobre todo en el mundo
rural.

117. Aún persisten, sin embargo, métodos pastorales inadaptados a las actuales situaciones
y a la pastoral orgánica.

118. En la formación sacerdotal, aunque hay insuficiencia numérica de formadores, no han
faltado experiencias valiosas; en algunos casos ha habido exageraciones que se van
superando.

 Diáconos permanentes 

119. El diácono permanente es algo nuevo en nuestras Iglesias. Son bien aceptados en sus
comunidades, pero el número de ellos es aún muy pequeño. Aunque las Comunidades
Eclesiales de Base son el ambiente adecuado para el surgimiento de diáconos, en la
mayoría algunas tareas pastorales se confían más bien a laicos (Delegados de la Palabra,
catequistas, etc.).

Vida Consagrada 

120. La Vida Consagrada es una gran fuerza para la Evangelización de América Latina. Ha
vivido un período de búsqueda por definir su identidad y su propio carisma,
reinterpretándolo en el contexto de las nuevas necesidades y de la inserción en el conjunto
de la pastoral diocesana.

121. Los religiosos, en general, se han renovado, se han acrecentado las relaciones
personales a nivel de comunidades y también entre las distintas familias religiosas. La
presencia de los religiosos en las zonas pobres y difíciles se ha intensificado. Tienen a su
cargo la mayoría de las misiones entre indígenas.

122. En algunas ocasiones ha habido ciertos conflictos por el modo de integrarse a la
pastoral de conjunto o por la insuficiente inserción en ella; por falta de apoyo comunitario,
por falta de preparación para su trabajo en el campo social o por falta de madurez para vivir
estas experiencias.

123. Las comunidades contemplativas, baluarte espiritual para la vida diocesana, han
pasado también un período de crisis; ahora en varios países ven un reflorecimiento de
vocaciones.

124. Los institutos seculares han florecido igualmente en nuestro continente.

Laicos

125. Su sentido de pertenencia a la Iglesia se ha acrecentado en todas partes, no sólo por el
compromiso eclesial más permanente, sino por su participación más activa en las asambleas
litúrgicas y en las tareas apostólicas. En muchos países las Comunidades Eclesiales de Base
son prueba de esta incorporación y deseo de participación. El compromiso del laicado en lo
temporal, tan necesario para el cambio de estructuras, ha sido insuficiente. En general, se
podría decir que hay una mayor valorización de la necesaria participación del laicado en la
Iglesia.

126. La mujer merece una mención especial: tanto la religiosa como la de institutos
seculares y las laicas tienen actualmente una participación cada vez mayor en las tareas
pastorales, aunque en muchas partes aún se ve con recelo tal participación.

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