Capítulo II
VISIÓN SOCIO-CULTURAL DE LA REALIDAD DE AMÉRICA LATINA
15. Como pastores peregrinamos con el pueblo latinoamericano a través de nuestra historia,
con muchos elementos básicos comunes, pero también con matices y diferenciaciones
propias de cada nación. A partir del Evangelio, que nos presenta a Jesucristo haciendo el
bien y amando a todos sin distinción (8); con visión de fe, nos ubicamos en la realidad del
hombre latinoamericano, expresada en sus esperanzas, sus logros y sus frustraciones. Esta
fe nos impulsa a discernir las interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos, a dar
testimonio, a anunciar y a promover los valores evangélicos de la comunión y de la
participación, a denunciar todo lo que en nuestra sociedad va contra la filiación que tiene su
origen en Dios Padre y de la fraternidad en Cristo Jesús.
16. Como pastores discernimos los logros y fracasos en estos últimos años. Presentamos
esta realidad no con el propósito de causar desaliento, sino para estimular a todos los que
puedan mejorarla. La Iglesia en América Latina ha tratado de ayudar al hombre a «pasar de
situaciones menos humanas a más humanas» (PP 20). Se ha esforzado por llamar a una
continua conversión individual y social. Pide a todos los cristianos que colaboren en el
cambio de las estructuras injustas; comuniquen valores cristianos a la cultura global en que
viven y, conscientes de los adelantos obtenidos, cobren ánimo para seguir contribuyendo a
perfeccionarlos.
Enunciamos, con alegría, algunas realidades que nos llenan de esperanza:
17. -El hombre latinoamericano posee una tendencia innata para acoger a las personas; para
compartir lo que tiene, para la caridad fraterna y el desprendimiento, particularmente entre
los pobres; para sentir con el otro la desgracia en las necesidades. Valora mucho los
vínculos especiales de la amistad, nacidos del padrinazgo, la familia y los lazos que crea.
18. -Ha tomado mayor conciencia de su dignidad, de su deseo de participación política y
social, a pesar de que tales derechos en muchas partes están conculcados. Han proliferado las organizaciones comunitarias, como movimientos cooperativistas, etc., sobre todo en
sectores populares.
19. -Hay un creciente interés por los valores autóctonos y por respetar la originalidad de las
culturas indígenas y sus comunidades. Además, se tiene un gran amor a la tierra.
20. -Nuestro pueblo es joven y donde ha tenido oportunidades para capacitarse y
organizarse ha mostrado que puede superarse y obtener sus justas reivindicaciones.
21. -El avance económico significativo que ha experimentado el continente demuestra que
sería posible desarraigar la extrema pobreza y mejorar la calidad de vida de nuestro pueblo;
si esto es posible, es, entonces, una obligación (9).
22. Aunque en algunas partes la clase media ha sufrido deterioro, se observa cierto
crecimiento de la misma.
23. Son claros los progresos en la educación.
24. Pero en los múltiples encuentros pastorales con nuestro pueblo, percibimos también,
como lo hizo S.S. Juan Pablo II en su acercamiento a campesinos, obreros y estudiantes, el
profundo clamor lleno de angustias, esperanzas y aspiraciones, del que nos queremos hacer
voz: «la voz de quien no puede hablar o de quien es silenciado» (Juan Pablo II, Alocución
Oaxaca 5: AAS 71 p. 208).
25. Así nos situamos en el dinamismo de Medellín (10), cuya visión de la realidad
asumimos y que fue inspiración para tantos documentos pastorales nuestros en esta década.
26. Lo presentado por Pablo VI en Evangelii Nuntiandi refleja lúcidamente la realidad de
nuestros países: «Es bien sabido en qué términos hablaron durante el reciente Sínodo
numerosos Obispos de todos los continentes y, sobre todo, los Obispos del Tercer Mundo,
con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que
forman tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el
esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la
vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las
relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de
neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político, etc. La Iglesia,
repitieron los Obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres
humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta
liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a
la evangelización».
2.2. Compartir las angustias
27. Nos preocupan las angustias de todos los miembros del pueblo cualquiera sea su
condición social: su soledad, sus problemas familiares, en no pocos, la carencia del sentido
de la vida... mas especialmente queremos compartir hoy las que brotan de su pobreza.
28. Vemos, a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la
creciente brecha entre ricos y pobres (11). El lujo de unos pocos se convierte en insulto
contra la miseria de las grandes masas (12). Esto es contrario al plan del Creador y al honor
que se le debe. En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social,
de gravedad tanto mayor por darse en países que se llaman católicos y que tienen la
capacidad de cambiar: «que se le quiten barreras de explotación... contra las que se estrellan
sus mejores esfuerzos de promoción» (Juan Pablo II, Alocución Oaxaca 5: AAS 71 p. 209).
29. Comprobamos, pues, como el más devastador y humillante flagelo, la situación de
inhumana pobreza en que viven millones de latinoamericanos expresada, por ejemplo, en
mortalidad infantil, falta de vivienda adecuada, problemas de salud, salarios de hambre,
desempleo y subempleo, desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas, forzadas
y desamparadas, etc.
30. Al analizar más a fondo tal situación, descubrimos que esta pobreza no es una etapa
casual, sino el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas,
aunque haya también otras causas de la miseria. Estado interno de nuestros países que
encuentra en muchos casos su origen y apoyo en mecanismos que, por encontrarse
impregnados, no de un auténtico humanismo, sino de materialismo, producen a nivel
internacional, ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres (13). Esta
realidad exige, pues, conversión personal y cambios profundos de las estructuras que
respondan a legítimas aspiraciones del pueblo hacia una verdadera justicia social; cambios
que, o no se han dado o han sido demasiado lentos en la experiencia de América Latina.
31. La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy
concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos
cuestiona e interpela:
32. -rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus
posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los
niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y
desorganización moral familiar;
33. -rostros de jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados,
sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de
capacitación y ocupación;
34. -rostros de indígenas y con frecuencia de afroamericanos, que, viviendo marginados y
en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres;
35. -rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro
continente, a veces, privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa,
sometidos a sistemas de comercialización que los explotan;
36. -rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos y con dificultades para organizarse y
defender sus derechos;
37. -rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis
económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a
sus familias a fríos cálculos económicos;
38. -rostros de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de
bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros sectores sociales;
39. -rostros de ancianos, cada día más numerosos, frecuentemente marginados de la
sociedad del progreso que prescinde de las personas que no producen.
40. Compartimos con nuestro pueblo otras angustias que brotan de la falta de respeto a su
dignidad como ser humano, imagen y semejanza del Creador y a sus derechos inalienables
como hijos de Dios.
41. Países como los nuestros en donde con frecuencia no se respetan derechos humanos
fundamentales -vida, salud, educación, vivienda, trabajo...-, están en situación de
permanente violación de la dignidad de la persona.
42. A esto se suman las angustias surgidas por los abusos de poder, típicos de los regímenes
de fuerza. Angustias por la represión sistemática o selectiva, acompañada de delación,
violación de la privacidad, apremios desproporcionados, torturas, exilios. Angustias en
tantas familias por la desaparición de sus seres queridos de quienes no pueden tener noticia
alguna. Inseguridad total por detenciones sin órdenes judiciales. Angustias ante un ejercicio
de justicia sometida o atada. Tal como lo indican los Sumos Pontífices, la Iglesia, «por un
auténtico compromiso evangélico» (14), debe hacer oír su voz denunciando y condenando
estas situaciones, más aún cuando los gobernantes o responsables se profesan cristianos.
43. Angustias por la violencia de la guerrilla, del terrorismo y de los secuestros realizados
por extremismos de distintos signos que igualmente comprometen la convivencia social.
44. La falta de respeto a la dignidad del hombre se expresa también en muchos de nuestros
países en la ausencia de participación social a diversos niveles. De manera especial nos
queremos referir a la sindicalización. En muchos lugares la legislación laboral se aplica
arbitrariamente o no se tiene en cuenta. Sobre todo en los países donde existen regímenes
de fuerza, se ve con malos ojos la organización de obreros, campesinos y sectores populares
y se adoptan medidas represivas para impedirla. Este tipo de control y de limitación de la
acción no acontece con las agrupaciones patronales, que pueden ejercer todo su poder para
asegurar sus intereses.
45. En algunos casos, la politización exasperada de las cúpulas sindicales distorsiona la
finalidad de su organización.
46. En estos últimos años se comprueba, además, el deterioro del cuadro político con grave
detrimento de la participación ciudadana en la conducción de sus propios destinos.
Aumenta también, con frecuencia, la injusticia que puede llamarse institucionalizada (15).
Además, grupos políticos extremistas, al emplear medios violentos, provocan nuevas
represiones contra los sectores populares.
47. La economía de mercado libre, en su expresión más rígida, aún vigente como sistema
en nuestro continente y legitimada por ciertas ideologías liberales, ha acrecentado la
distancia entre ricos y pobres por anteponer el capital al trabajo, lo económico a lo social.
Grupos minoritarios nacionales, asociados a veces con intereses foráneos, se han
aprovechado de las oportunidades que le abren estas viejas formas de libre mercado, para
medrar en su provecho y a expensas de los intereses de los sectores populares mayoritarios.
48. Las ideologías marxistas se han difundido en el mundo obrero, estudiantil, docente y
otros ambientes con la promesa de una mayor justicia social. En la práctica, sus estrategias
han sacrificado muchos valores cristianos y, por ende, humanos, o han caído en irrealismos
utópicos, inspirándose en políticas que, al utilizar la fuerza como instrumento fundamental,
incrementan la espiral de la violencia.
49. Las ideologías de la Seguridad Nacional han contribuido a fortalecer, en muchas
ocasiones, el carácter totalitario o autoritario de los regímenes de fuerza, de donde se ha
derivado el abuso del poder y la violación de los derechos humanos. En algunos casos
pretenden amparar sus actitudes con una subjetiva profesión de fe cristiana.
50. Los tiempos de crisis económicas que están pasando nuestros países, no obstante la
tendencia a la modernización, con fuerte crecimiento económico, con menor o mayor
dureza, aumentan el sufrimiento de nuestros pueblos, cuando una fría tecnocracia aplica
modelos de desarrollo que exigen de los sectores más pobres un costo social realmente
inhumano, tanto más injusto cuanto que no se hace compartir por todos.
2.3. Aspectos culturales
51. América Latina está conformada por diversas razas y grupos culturales con variados
procesos históricos; no es una realidad uniforme y continua. Sin embargo, se dan elementos
que constituyen como un patrimonio cultural común de tradiciones históricas y de fe
cristiana.
52. Lamentablemente, el desarrollo de ciertas culturas es muy precario. En la práctica, se
desconoce, se margina e incluso se destruye valores que pertenecen a la antigua y rica
tradición de nuestro pueblo. Por otro lado, ha comenzado una revalorización de las culturas
autóctonas.
53. A causa de influencias externas dominantes o de la imitación alienante de formas de
vida y valores importados, las culturas y valores tradicionales de nuestros países se han
visto deformadas y agredidas, minándose así nuestra identidad y nuestros valores propios.
54. Compartimos, por lo tanto, con nuestro pueblo las angustias que surgen de la inversión
de valores, que está a la raíz de muchos males mencionados hasta ahora:
55. -el materialismo individualista, valor supremo de muchos hombres contemporáneos que
atenta contra la comunión y la participación, impidiendo la solidaridad; el materialismo
colectivista que subordina la persona al Estado;
56. -el consumismo, con su ambición descontrolada de «tener más», va ahogando al
hombre moderno en un inmanentismo que lo cierra a las virtudes evangélicas del
desprendimiento y de la austeridad, paralizándolo para la comunicación solidaria y la
participación fraterna;
57. -el deterioro de los valores familiares básicos desintegra la comunión familiar
eliminando la participación corresponsable de todos sus miembros y convirtiéndolos en
fácil presa del divorcio y del abandono familiar. En algunos grupos culturales, la mujer se
encuentra en inferioridad de condiciones;
58. -el deterioro de la honradez pública y privada; las frustraciones, el hedonismo, que
impulsa a los vicios como el juego, la droga, el alcoholismo, el desenfreno sexual.
59. Educación y Comunicación Social como transmisores de cultura.
60. -La educación ha tenido grandes avances en estos últimos años; ha aumentado la
escolaridad, aunque la deserción es todavía grande; el analfabetismo ha disminuido, aunque
no en grado suficiente en las regiones de población autóctona y campesina.
61. No obstante estos avances, existen fenómenos de deformación y desperzonalización,
debidos a la manipulación de grupos minoritarios de poder que tratan de asegurar sus
intereses e inculcar sus ideologías.
62. -Los rasgos culturales que hemos presentado se ven influidos fuertemente por los
medios de comunicación social. Los grupos de poder político, ideológico y económico
penetran a través de ellos sutilmente el ambiente y el modo de vida de nuestro pueblo. Hay
una manipulación de la información por parte de los distintos poderes y grupos. Esto se
realiza de manera particular por la publicidad, que introduce falsas expectativas, crea
necesidades ficticias y muchas veces contradice los valores fundamentales de nuestra
cultura latinoamericana y del Evangelio. El uso indebido de la libertad en estos medios
lleva a invadir el campo de la privacidad de las personas generalmente indefensas. Penetra
también todos los ámbitos de la vida humana (hogar, centros de trabajo, lugares de
esparcimiento, calle) permanentemente. Los medios de comunicación, por otra parte, llevan
a un cambio cultural que genera un nuevo lenguaje (16).
2.4. Raíces profundas de estos hechos
63. Queremos indicar algunas de sus raíces más profundas para ofrecer nuestro aporte y
cooperar en los cambios profundos y necesarios, desde una perspectiva pastoral que perciba
más directamente las exigencias del pueblo.
64. a) La vigencia de sistemas económicos que no consideran al hombre como centro de la
sociedad y no realizan los cambios profundos y necesarios para una sociedad justa.
65. b) La falta de integración entre nuestras naciones tiene entre otras graves consecuencias
la de que nos presentemos como pequeñas entidades sin peso de negociación en el
concierto mundial (17).
66. c) El hecho de la dependencia económica, tecnológica, política y cultural: la presencia
de conglomerados multinacionales que muchas veces velan sólo por sus propios intereses a
costa del bien del país que los acoge; la pérdida de valor de nuestras materias primas
comparado con el precio de los productos elaborados que adquirimos.
67. d) La carrera armamentista, gran crimen de nuestra época, es producto y causa de las
tensiones entre países hermanos. Ella hace que se destinen ingentes recursos a compra de
armas, en vez de emplearlos para solucionar problemas vitales (18).
68. e) La falta de reformas estructurales en la agricultura, adecuadas a cada realidad, que
ataquen con decisión los graves problemas sociales y económicos del campesinado: el
acceso a la tierra y a los medios que hagan posible un mejoramiento de la productividad y
comercialización.
69. f) La crisis de valores morales: la corrupción pública y privada, el afán de lucro
desmedido, la venalidad, la falta de esfuerzo, la carencia de sentido social, de justicia vivida
y de solidaridad, la fuga de capitales y «de cerebros»... debilitan e incluso impiden la
comunión con Dios y la fraternidad.
70. g) Finalmente, como Pastores, sin entrar a determinar el carácter técnico de esas raíces,
vemos que en lo más profundo de ellas existe un misterio de pecado, cuando la persona
humana, llamada a dominar el mundo, impregna los mecanismos de la sociedad de valores
materialistas (19).
2.5. Ubicación dentro de un continente con graves problemas demográficos
71. Observamos que en casi todos nuestros países se ha experimentado un acelerado
crecimiento demográfico. Tenemos una población mayoritariamente joven. Las
migraciones internas y externas llevan un sentido de desarraigo, las ciudades crecen
desorganizadamente con el peligro de transformarse en megápolis incontrolables en las que
cada día es más difícil ofrecer los servicios básicos de vivienda, hospitales, escuelas, etc.,
agrandándose así la marginación social, cultural y económica. El aumento de quienes
buscan trabajo ha sido más rápido que la capacidad del sistema económico actual para dar
empleo. Hay instituciones internacionales que propician y gobiernos que aplican o apoyan
políticas antinatalistas contrarias a la moral familiar.
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