miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulo I.- VISIÓN HISTÓRICA DE LA REALIDAD LATINOAMERICANA


Capítulo I 
VISIÓN HISTÓRICA DE LA REALIDAD LATINOAMERICANA 

Los grandes momentos de la Evangelización en América Latina

3. La Iglesia ha recibido la misión de llevar a los hombres la Buena Nueva. Para el
cumplimiento eficaz de esta misión, la Iglesia en América Latina siente la necesidad de
conocer el pueblo latinoamericano en su contexto histórico con sus variadas circunstancias.
Este pueblo debe seguir siendo evangelizado como heredero de un pasado, como
protagonista del presente, como gestor de un futuro, como peregrino al Reino definitivo.

4. La Evangelización es la misión propia de la Iglesia. La historia de la Iglesia es,
fundamentalmente, la historia de la Evangelización de un pueblo que vive en constante
gestación, nace y se inserta en la existencia secular de las naciones. La Iglesia, al
encarnarse, contribuye vitalmente al nacimiento de las nacionalidades y les imprime
profundamente un carácter particular. La Evangelización está en los orígenes de este Nuevo
Mundo que es América Latina. La Iglesia se hace presente en las raíces y en la actualidad
del Continente. Quiere servir dentro del marco de la realización de su misión propia, al
mejor porvenir de los pueblos latinoamericanos, a su liberación y crecimiento en todas las
dimensiones de la vida. Ya Medellín recordaba las palabras de Pablo VI sobre la vocación
de América Latina a «aunar en una síntesis nueva y genial lo antiguo y lo moderno, lo
espiritual y lo temporal, lo que otros nos entregaron y nuestra propia originalidad» (Med.
Introduc. 7).

5. América Latina forjó en la confluencia, a veces dolorosa, de las más diversas culturas y
razas, un nuevo mestizaje de etnias y formas de existencia y pensamiento que permitió la
gestación de una nueva raza, superadas las duras separaciones anteriores.

6. La generación de pueblos y culturas es siempre dramática; envuelta en luces y sombras.
La Evangelización, como tarea humana, está sometida a las vicisitudes históricas, pero
siempre busca transfigurarlas con el fuego del Espíritu en el camino de Cristo, centro y
sentido de la historia universal, de todos y cada uno de los hombres. Acicateada por las
contradicciones y desgarramientos de aquellos tiempos fundadores y en medio de un
gigantesco proceso de dominaciones y culturas, aún no concluido, la Evangelización
constituyente de la América Latina es uno de los capítulos relevantes de la historia de la
Iglesia. Frente a dificultades tan enormes como inéditas, respondió con una capacidad
creadora cuyo aliento sostiene viva la religiosidad popular de la mayoría del pueblo.

7. Nuestro radical substrato católico con sus vitales formas vigentes de religiosidad, fue
establecido y dinamizado por una vasta legión misionera de obispos, religiosos y laicos.
Está, ante todo, la labor de nuestros Santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima,
Martín de Porres, Pedro Claver, Luis Beltrán y otros... quienes nos enseñan que, superando
las debilidades y cobardías de los hombres que los rodeaban y a veces los perseguían, el
Evangelio, en su plenitud de gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina
como signo de grandeza espiritual y de verdad divina.

8. Intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz, como Antonio de
Montesinos, Bartolomé de las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan del
Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, Manuel Nóbrega y tantos otros que defendieron a
los indios ante conquistadores y encomenderos (7) incluso hasta la muerte, como el Obispo
Antonio Valdivieso, demuestran, con la evidencia de los hechos, cómo la Iglesia promueve
la dignidad y libertad del hombre latinoamericano. Esta realidad ha sido reconocida con gratitud por el Papa Juan Pablo II, al pisar por primera vez las tierras del Nuevo Mundo,
cuando se refirió a «Aquellos religiosos que vinieron a anunciar a Cristo Salvador, a
defender la dignidad de los indígenas, a proclamar sus derechos inviolables, a favorecer su
promoción integral, a enseñar la hermandad como hombres y como hijos del mismo Señor
y Padre Dios» (Juan Pablo II, Discurso a su llegada a Santo Domingo: AAS 71 p. 154, 25
enero 1979).

9. La obra evangelizadora de la Iglesia en América Latina es el resultado del unánime
esfuerzo misionero de todo el pueblo de Dios. Ahí están las incontables iniciativas de
caridad, asistencia, educación y de modo ejemplar las originales síntesis de Evangelización
y promoción humana de las misiones franciscanas, agustinas, dominicas, jesuitas,
mercedarias y otras: el sacrificio y la generosidad evangélicas de muchos cristianos, entre
los que la mujer, con su abnegación y oración, tuvo un papel esencial; la inventiva en la
pedagogía de la fe, la vasta gama de recursos que conjugaban todas las artes, desde la
música, el canto y la danza hasta la arquitectura, la pintura y el teatro. Tal capacidad
pastoral está ligada a un momento de grande reflexión teológica y a una dinámica
intelectual que impulsa universidades, escuelas, diccionarios, gramáticas, catecismos en
diversas lenguas indígenas y los más interesantes relatos históricos sobre los orígenes de
nuestros pueblos; la extraordinaria proliferación de cofradías y hermandades de laicos que
llegan a ser alma y nervio de la vida religiosa de los creyentes y son remota pero fecunda
fuente de los actuales movimientos comunitarios en la Iglesia Latinoamericana.

10. Si es cierto que la Iglesia en su labor evangelizadora tuvo que soportar el peso de
desfallecimientos, alianzas con los poderes terrenos, incompleta visión pastoral y la fuerza
destructora del pecado, también se debe reconocer que la Evangelización, que constituye a
América Latina en el «continente de la esperanza», ha sido mucho más poderosa que las
sombras que dentro del contexto histórico vivido lamentablemente le acompañaron. Esto
será para nosotros los cristianos de hoy un desafío a fin de que sepamos estar a la altura de
lo mejor de nuestra historia y seamos capaces de responder, con fidelidad creadora, a los
retos de nuestro tiempo latinoamericano.

11. A aquella época de la Evangelización, tan decisiva en la formación de América Latina,
tras un ciclo de estabilización, cansancio y rutina, siguieron las grandes crisis del siglo XIX
y principios del nuestro, que provocaron persecuciones y amarguras a la Iglesia, sometida a
grandes incertidumbres y conflictos que la sacudieron hasta sus cimientos. Venciendo esta
dura prueba, la Iglesia logró, con poderoso esfuerzo, reconstruirse y sobrevivir. Hoy,
principalmente a partir del Concilio Vaticano II, la Iglesia se ha ido renovando con
dinamismo evangelizador, captando las necesidades y esperanzas de los pueblos
latinoamericanos. La fuerza que convocó a sus Obispos en Lima, México, São Salvador de
Bahía y Roma, se manifiesta activa en las Conferencias del Episcopado Latinoamericano en
Río de Janeiro y Medellín, que activaron sus energías y la prepararon para los retos futuros.

12. Sobre todo a partir de Medellín, con clara conciencia de su misión, abierta lealmente al
diálogo, la Iglesia escruta los signos de los tiempos y está generosamente dispuesta a
evangelizar, para contribuir a la construcción de una nueva sociedad, más justa y fraterna,
clamorosa exigencia de nuestros pueblos. De tal modo, tradición y progreso, que antes
parecían antagónicos en América Latina, restándose fuerzas mutuamente, hoy se conjugan buscando una nueva síntesis que aúna las posibilidades del porvenir con las energías
provenientes de nuestras raíces comunes. Así, en este vasto movimiento renovador que
inaugura una nueva época, en medio de los recientes desafíos, los pastores aceptamos la
secular tradición episcopal del Continente y nos preparamos para llevar, con esperanza y
fortaleza, el mensaje de salvación del Evangelio a todos los hombres, preferencialmente a
los más pobres y olvidados.

13. A través de una rica experiencia histórica, llena de luces y de sombras, la gran misión
de la Iglesia ha sido su compromiso en la fe con el hombre latinoamericano: para su
salvación eterna, su superación espiritual y plena realización humana.

14. Movidos por la inspiración de esa gran misión de ayer, queremos aproximarnos, con
ojos y corazón de pastores y de cristianos, a la realidad del hombre latinoamericano de hoy,
para interpretarlo y comprenderlo, a fin de analizar nuestra misión pastoral, partiendo de
esa realidad.

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