CAPÍTULO IV
TENDENCIAS ACTUALES Y EVANGELIZACIÓN EN EL FUTURO
4.1. En la sociedad
Mirando el mundo actual con ojos de pastores, comprobamos algunas tendencias que no
podemos dejar de tener en cuenta:
127. América Latina seguirá en un ritmo acelerado de aumento de población y
concentración en las grandes ciudades. Se agudizarán los problemas que afectan los
servicios públicos. La población será mayoritariamente joven y tendrá dificultad creciente
para encontrar puestos de trabajo.
128. Por una parte, la sociedad del futuro se perfila más abierta y pluralista; por otra,
sometida al influjo cada vez mayor de los dictámenes de los medios de comunicación, que
irán programando progresivamente la vida del hombre y de la sociedad.
129. Parece que la programación de la vida social responderá cada vez más a los modelos
buscados por la tecnocracia, sin correspondencia con los anhelos de un orden internacional
más justo, frente a la tendencia de cristalización de las desigualdades actuales.
130. En el cuadro internacional, se va tomando conciencia de la limitación de los recursos
del planeta y de la necesidad de su racionalización. Unos quieren limitar la población sobre
todo de los países pobres; otros proponen la «prosperidad racionada», es decir: una
sobriedad compartida y no la riqueza creciente, no compartida.
131. A la vista de estas tendencias nos sentimos solidarios con el pueblo latinoamericano
del cual formamos parte y con su historia. Queremos escrutar sus aspiraciones, tanto las que
expresa claramente como las que apenas balbucea, que nos parece son éstas:
132. -Una calidad de vida más humana, sobre todo por su irrenunciable dimensión
religiosa, su búsqueda de Dios, del Reino que Cristo nos trajo, a veces confusamente
intuido por los más pobres con fuerza privilegiada.
133. -Una distribución más justa de los bienes y las oportunidades: un trabajo justamente
retribuido que permita el decoroso sustento de los miembros de la familia y que disminuya
la brecha entre el lujo desmedido y la indigencia.
134. -Una convivencia social fraterna donde se fomenten y tutelen los derechos humanos;
donde las metas que se deben alcanzar se decidan por el consenso y no por la fuerza o la
violencia; donde nadie se sienta amenazado por la represión, el terrorismo, los secuestros y
la tortura.
-Cambios estructurales que aseguren una situación justa para las grandes mayorías.
135. -Ser tenido en cuenta como persona responsable y como sujeto de la historia capaz de
participar libremente en las opciones políticas, sindicales, etc., y en la elección de sus
gobernantes.
136. -Participar en la producción y compartir los avances de la ciencia y la técnica moderna
lo mismo que tener acceso a la cultura y al esparcimiento digno.
137. Todo esto llevará a una mayor integración de nuestros pueblos en coincidencia con las
tendencias universales de una sociedad, como suele decirse, más globalizada y planetaria,
potenciada por los medios de comunicación de amplísimo alcance.
138. Pero mientras haya grandes sectores que no logran satisfacer estas legítimas
aspiraciones mientras otros las alcanzan con exceso, los bienes reales del mundo moderno
se traducen en fuente de frustraciones crecientes y de trágicas tensiones. El contraste
notorio e hiriente de los que nada poseen y los que ostentan opulencia, es un obstáculo
insuperable para establecer el Reinado de la paz.
139. Si no cambian las tendencias actuales, se seguirá deteriorando la relación del hombre
con la naturaleza por la explotación irracional de sus recursos y la contaminación
ambiental, con el aumento de graves daños al hombre y al equilibrio ecológico.
140. Animando todo esto, el hombre aspira, en su realización, a tener libertad para vivir y
expresar su fe.
141. En una palabra, nuestro pueblo desea una liberación integral que no se agota en el
cuadro de su existencia temporal, sino que se proyecta a la comunión plena con Dios y con
sus hermanos en la eternidad, comunión que ya comienza a realizarse, aunque
imperfectamente, en la historia.
4.2. En la Iglesia
142. La Iglesia, a través de su acción y de su doctrina social, hace suyas estas aspiraciones.
Baste recordar el vigoroso llamado de la Conferencia de Medellín que expresó la voluntad
de hacer que el anuncio evangélico logre desplegar toda su potencia de fermento
transformador.
143. Esta Conferencia, reiterando aquel llamado, quiere poner al servicio los recursos de
una acción pastoral adaptada a las circunstancias actuales.
144. La Iglesia requiere ser cada día más independiente de los poderes del mundo, para así
disponer de un amplio espacio de libertad que le permita cumplir su labor apostólica sin
interferencias: el ejercicio del culto, la educación de la fe y el desarrollo de aquellas
variadísimas actividades que llevan a los fieles a traducir en su vida privada, familiar y
social los imperativos morales que dimanan de esa misma fe. Así, libre de compromisos,
sólo con su testimonio y enseñanza, la Iglesia será más creíble y mejor escuchada. De este
modo, el mismo ejercicio del poder será evangelizado, en orden al bien común.
145. La Iglesia acompaña con profunda simpatía la búsqueda de los hombres; sintoniza con
sus anhelos y esperanzas, sin aspirar a otra cosa que a servirles, alentando sus esfuerzos e
iluminando sus pasos, haciéndoles conocer el valor trascendente de su vida y de su acción.
146. La Iglesia asume la defensa de los derechos humanos y se hace solidaria con quienes
los propugnan. A este propósito nos place recordar aquí por su especial valor, entre la vasta
enseñanza sobre la materia, el discurso de S.S. Juan Pablo II al Cuerpo Diplomático el 20
de octubre de 1978: «La Santa Sede actúa en esto sabiendo que la libertad, el respeto de la
vida y de la dignidad de las personas -que jamás son instrumento-, la igualdad de trato, la
conciencia profesional en el trabajo y la búsqueda solidaria del bien común, el espíritu de
reconciliación, la apertura a los valores espirituales, son exigencias fundamentales de la
vida armónica en sociedad, del progreso de los ciudadanos y de su civilización».
147. La Iglesia ha intensificado su compromiso con los sectores desposeídos, abogando por
su promoción integral, lo cual produce en algunos la impresión de que ella deja de lado a
las clases pudientes.
148. Subraya mejor el valor evangélico de la pobreza que nos hace disponibles para
construir un mundo más justo y más fraterno. Siente vivamente la situación penosa de los
desposeídos de lo necesario para una vida digna. Invita a todos a transformar su mente y
sus corazones, según la escala de valores del Evangelio.
149. La Iglesia confía más en la fuerza de la verdad y en la educación para la libertad y la
responsabilidad, que en prohibiciones, pues su ley es el amor.
4.3. Evangelización en el futuro
150. La Evangelización dará prioridad a la proclamación de la Buena Nueva, a la catequesis
bíblica y a la celebración litúrgica, como respuesta al ansia creciente de la Palabra de Dios.
151. Pondrá el máximo empeño en salvar la unidad, porque el Señor lo quiere y para
aprovechar todas las energías disponibles, concentrándolas en un plan orgánico de pastoral
de conjunto, evitando así la dispersión infecunda de esfuerzos y servicios. Tal pastoral se
perfila en los diversos niveles: diocesano, nacional y continental.
152. Dará importancia a la pastoral urbana con creación de nuevas estructuras eclesiales
que, sin desconocer la validez de la parroquia renovada, permitan afrontar la problemática
que presentan las enormes concentraciones humanas de hoy. También acrecentará sus
esfuerzos para atender mejor la pastoral rural.
153. Se esforzará en multiplicar los agentes de pastoral, tanto clérigos como religiosos y
laicos. Adaptará la formación de estos agentes a la exigencia de comunidades y ambientes.
154. Pondrá de relieve la importancia de los laicos, tanto cuando desempeñan ministerios
en la Iglesia y para la Iglesia, como cuando, cumpliendo la misión que les es propia, son
enviados como su vanguardia, en medio de la vida del mundo, para rehacer las estructuras
sociales, económicas y políticas, de acuerdo con el plan de Dios.
155. Para formar a los laicos y darles un sólido apoyo en su vida y acción, procurará
incorporarlos a las organizaciones y movimientos apostólicos y potenciará todos sus
instrumentos de formación, de modo particular los propios del campo de la cultura;
solamente así tendrá un laicado maduro y evangelizador.
156. Reconocerá la validez de la experiencia de las Comunidades Eclesiales de Base y
estimulará su desarrollo en comunión con sus pastores.
157. La Iglesia tendrá mucho empeño en educar en la fe cristiana al pueblo sencillo,
naturalmente religioso, y preparará en forma adecuada para la recepción de los
sacramentos.
158. La Iglesia dará mayor importancia a los medios de comunicación social y los empleará
para la Evangelización.
159. Tanto el CELAM con todos sus servicios como las Conferencias Generales del
Episcopado Latinoamericano, son una expresión de integración pastoral de la Iglesia de
América Latina. Es necesario que siga acentuándose para beneficio de las Iglesias
particulares.
160. La voz colectiva de los Episcopados, que ha ido despertando interés creciente en la
opinión pública, encuentra, sin embargo, frecuentemente reservas en ciertos sectores de
poca sensibilidad social, lo cual es un signo de que la Iglesia está ocupando su puesto de
Madre y Maestra de todos.
161. De cualquier manera, la Iglesia debe estar dispuesta a asumir con valor y alegría las
consecuencias de su misión, que el mundo nunca aceptará sin resistencia.
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