miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulo I.- CENTROS DE COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN


Capítulo I 
CENTROS DE COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN 

567. El misterio de la Iglesia como comunidad fraterna de caridad teologal, fruto del
encuentro de la Palabra de Dios y de la celebración del Misterio Pascual de Cristo Salvador
en la Eucaristía y en los demás sacramentos, confiada al Colegio Apostólico, presidido por
Pedro para evangelizar al mundo, logra su arraigo y tiende a desarrollar su dinamismo
transformador de la vida humana, tanto personal como social, en diversos niveles y
circunstancias que constituyen centros o lugares preferenciales de evangelización, en orden
a edificar la Iglesia y a su irradiación misionera.

CONTENIDO: 
1. La familia.
2. Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), la Parroquia y la Iglesia particular.

1. La familia 

568. La familia latinoamericana, para llegar a ser realmente centro de comunión y
participación, debe encontrar caminos de renovación interna y de comunión con la Iglesia y
el mundo.

569. Nos complace abordar el tema de la familia como sujeto y objeto de evangelización.
Conscientes de su complejidad, pero obedientes a la voz del Señor, hecha presente por la
palabra del Santo Padre en su homilía sobre la familia (Puebla, 28 de enero 1979),
deseamos, unidos a su inquietud, ayudarla a ser fiel a su misión evangelizadora en esta
hora. La familia, sujeto y objeto de Evangelización, centro evangelizador de comunión y
participación

1.1. Introducción 

570. En el gran sentido de familia que tienen nuestros pueblos, los Padres de la Conferencia
de Medellín vieron un rasgo primordial de la cultura latinoamericana. «Pasados diez años,
la Iglesia en América Latina se siente feliz por todo lo que ha podido realizar en favor de la
familia. Pero reconoce con humildad cuánto le falta por hacer, mientras que percibe que la
Pastoral Familiar, lejos de haber perdido su carácter prioritario, aparece hoy todavía más
urgente, como elemento muy importante de la Evangelización» (156).

1.2. Situación de la familia en América Latina 

571. La familia es una de las instituciones en que más ha influido el proceso de cambio de
los últimos tiempos. La Iglesia es consciente -nos ha recordado el Papa- de que en la
familia «repercuten los resultados más negativos del subdesarrollo: índices verdaderamente
deprimentes de insalubridad, pobreza y aun miseria, ignorancia y analfabetismo,
condiciones inhumanas de vivienda, sub-alimentación crónica y tantas otras realidades no
menos tristes» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 3: AAS 71 p. 184).

572. Es preciso reconocer además que la realidad de la familia no es ya uniforme, pues en
cada familia influyen de manera diferente -independientemente de la clase social-, factores
ligados al cambio, a saber: factores sociológicos (injusticia social, principalmente);
culturales (calidad de vida); políticos (dominación y manipulación); económicos (salarios,
desempleo, pluriempleo); religiosos (influencia secularista), entre muchos otros.

573. La familia aparece también como víctima de quienes convierten en ídolos el poder, la
riqueza y el sexo. A esto contribuyen las estructuras injustas, sobre todo los medios de
comunicación, no sólo con sus mensajes de sexo, lucro, violencia, poder, ostentación, sino
también destacando lo que contribuye a propagar el divorcio, la infidelidad conyugal y el
aborto o la aceptación del amor libre y de las relaciones pre-matrimoniales.

574. No pocas veces, la desorientación de las conciencias se debe a la falta de unidad de
criterios entre sacerdotes en la aceptación y aplicación de la doctrina pontificia acerca de
importantes aspectos de la moral familiar y social.

575. La familia rural y la suburbana sufren particularmente los efectos de los compromisos
internacionales de los gobiernos por lo que hace a planeación familiar, extendida como
imposición antinatalista y a experimentaciones que no tienen en cuenta la dignidad de la
persona ni el auténtico desarrollo de los pueblos.

576. En estos sectores populares, la crónica y generalizada situación de desempleo afecta la
estabilidad familiar, ya que la necesidad de trabajo obliga a la emigración, al ausentismo de
los padres, a la dispersión de los hijos.

577. En todos los niveles sociales, la familia sufre también el impacto deletéreo de la
pornografía, el alcoholismo, las drogas, la prostitución y la trata de blancas, así como el
problema de las madres solteras y de los niños abandonados. Ante el fracaso de los anticonceptivos químicos y mecánicos, se ha pasado a la esterilización humana y al aborto
provocado, para lo cual se emplean insidiosas campañas.

578. Urge un diligente cuidado pastoral para evitar los males provenientes de la falta de
educación en el amor, la falta de preparación al matrimonio, el descuido de la
evangelización de la familia y de la formación de los esposos para la paternidad
responsable. Además, no podemos desconocer que un gran número de familias de nuestro
Continente no ha recibido el sacramento del matrimonio. Muchas de estas familias, no
obstante, viven en cierta unidad, fidelidad y responsabilidad. Esta situación plantea
interrogantes teológicos y exige un adecuado acompañamiento pastoral.

579. A la inversa, es satisfactorio comprobar que, cada día son más los cristianos que
procuran vivir su fe en y desde el seno familiar, dando un valioso testimonio evangélico y
aun educando con dignidad una familia razonablemente numerosa. Son también muchos los
novios que se preparan con seriedad al matrimonio y tratan de dar a su celebración un
verdadero sentido cristiano. Se nota, además, el empeño por vigorizar y adecuar la pastoral
familiar a los desafíos y circunstancias de la vida moderna.

580. En todos los países han surgido iniciativas interesantes orientadas a fortalecer los
valores y la espiritualidad de la familia como Iglesia doméstica, en participación y
compromiso con la Iglesia particular. En todo eso aparece el fruto de la acción callada y
constante de los movimientos cristianos en favor de la familia.

581. Podemos visitar en toda América Latina «casas donde no falta el pan y el bienestar,
pero falta quizás concordia y alegría; casas donde las familias viven más bien
modestamente y en la inseguridad del mañana, ayudándose mutuamente a llevar una
existencia difícil, pero digna; pobres habitaciones en las periferias de vuestras ciudades,
donde hay mucho sufrimiento escondido aunque en medio de ellas existe la sencilla alegría
de los pobres; humildes chozas de campesinos, de indígenas, de emigrantes, etc.» (Juan
Pablo II, Homilía en Puebla 4: AAS 71 p. 186). Concluiremos subrayando que los mismos
hechos que acusan la desintegración de la familia, «terminan por poner de manifiesto, de
diversos modos, la auténtica índole de esa institución» -(GS 47)- «que no fue abolida ni por
la pena del pecado original ni por el castigo del diluvio» (Liturgia del Matrimonio), pero
que sigue padeciendo por la dureza del corazón humano (157).

1.3. Reflexión teológica sobre la familia 

582. La familia es imagen de Dios que «en su misterio más íntimo no es una soledad, sino
una familia» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 2: AAS 71 p. 184). Es una alianza de
personas a las que se llega por vocación amorosa del Padre que invita a los esposos a una
«íntima comunidad de vida y de amor» (GS 48), cuyo modelo es el amor de Cristo a su
Iglesia. La ley del amor conyugal es comunión y participación, no dominación. Es
exclusiva, irrevocable y fecunda entrega a la persona amada sin perder la propia identidad.
Un amor así entendido, en su rica realidad sacramental es más que un contrato; tiene las
características de la Alianza (158).

583. La pareja santificada por el sacramento del matrimonio es un testimonio de presencia
pascual del Señor. La familia cristiana cultiva el espíritu de amor y de servicio. Cuatro relaciones fundamentales de la persona encuentran su pleno desarrollo en la vida de la
familia: paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad. Estas mismas relaciones componen
la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano,
experiencia de hijos en, con y por el Hijo, experiencia de Cristo como esposo de la Iglesia.
La vida en familia reproduce estas cuatro experiencias fundamentales y las participa en
pequeño; son cuatro rostros del amor humano (159).

584. Cristo, al nacer, asumió la condición de los niños: nació pobre y sometido a sus
padres. Todo niño -imagen de Jesús que nace- debe ser acogido con cariño y bondad. Al
transmitir la vida a un hijo, el amor conyugal produce una persona nueva, singular, única e
irrepetible. Allí empieza para los padres el ministerio de evangelización. En él deben fundar
su paternidad responsable: en las circunstancias sociales, económicas, culturales,
demográficas en que vivimos, ¿son los esposos capaces de educar y evangelizar en nombre
de Cristo a un hijo más? La respuesta de los padres sensatos será el fruto del recto
discernimiento y no de la ajena opinión de las personas, de la moda o de los impulsos. Así
el instinto y el capricho, cederán lugar a la disciplina consciente y libre de la sexualidad,
por amor a Cristo, cuyo rostro aparece en el rostro del niño que se desea y se trae
libremente a la vida.

585. La lenta y gozosa educación de la familia representa siempre un sacrificio, recuerdo de
la cruz redentora. Pero la felicidad íntima que comunica a los padres, recuerda también la
resurrección. En este espíritu de pascua los padres evangelizan a sus hijos y son por ellos
evangelizados (160). El reconocimiento de las faltas y la sincera manifestación del perdón,
son elementos de conversión permanente y de permanente resurrección. El ambiente de
pascua florece en la vida cristiana entera y se convierte en profetismo, al contacto con la
divina Palabra. Pero evangelizar no es sólo leer la Biblia, sino desde ella, darse una palabra
de admiración, de consuelo, de corrección, de luz, de seguridad.

586. La estabilidad en la relación de padres e hijos es comunicativa. Cuando las demás
familias ven cómo se aman, nace el deseo y la práctica de un amor que vincula a las
familias entre sí, como signo de la unidad del género humano (161). Allí crece la Iglesia
mediante la integración de las familias por el bautismo, que a todos hace hermanos. Donde
la catequesis robustece la fe, todos se enriquecen con el testimonio de las virtudes
cristianas. Un ambiente sano de vinculación de familias es lugar único de nutrición,
fortalecimiento físico y mental para los hijos, en sus primeros años. Los padres son allí
maestros, catequistas y los primeros ministros de la oración y del culto a Dios. Se renueva
la imagen de Nazaret: «Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante
los hombres» (Lc 2,52).

587. Para que funcione bien, la sociedad requiere las mismas exigencias del hogar: formar
personas conscientes, unidas en comunidad de fraternidad para fomentar el desarrollo
común. La oración, el trabajo y la actividad educadora de la familia, como célula social,
deben, pues, orientarse a trocar la estructuras injustas, por la comunión y participación entre
los hombres y por la celebración de la fe en la vida cotidiana. «En la interpelación recíproca
que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta personal y
social» (EN 29), la familia sabe leer y vivir el mensaje explícito sobre los derechos y
deberes de la vida familiar. Por eso, denuncia y anuncia, se compromete en el cambio del mundo en sentido cristiano y contribuye al progreso, a la vida comunitaria, al ejercicio de la
justicia distributiva, a la paz.

588. En la Eucaristía la familia encuentra su plenitud de comunión y participación. Se
prepara por el deseo y la búsqueda del Reino, purificando el alma de todo lo que aparta de
Dios. En actitud oferente, ejerce el sacerdocio común y participa de la Eucaristía para
prolongarla en la vida por el diálogo en que comparte la palabra, las inquietudes, los planes,
profundizando así la comunión familiar. Vivir la Eucaristía es reconocer y compartir los
dones que por Cristo recibimos del Espíritu Santo. Es aceptar la acogida que nos brindan
los demás y dejarlos entrar en nosotros mismos. Vuelve a surgir el espíritu de la Alianza: es
dejar que Dios entre en nuestra vida y se sirva de ella según su voluntad. Aparece,
entonces, en el centro de la vida familiar la imagen fuerte y suave de Cristo, muerto y
resucitado.

589. De allí surgirá la misión de la familia. Esta Iglesia doméstica, convertida por la fuerza
liberadora del Evangelio en «escuela del más rico humanismo» (GS 52), sabiéndose
peregrina con Cristo y comprometida con Él al servicio de la Iglesia particular, se lanza
hacia el futuro, dispuesta a superar las falacias del racionalismo y de la sabiduría mundana
que desorienta al hombre moderno. Viendo y actuando sobre la realidad, como Dios la ve y
la gobierna, busca mayor fidelidad al Señor, para no adorar ídolos, sino al Dios vivo del
amor.

1.4. Opciones pastorales 

590. Opción básica: Teniendo en cuenta las enseñanzas de Medellín, de Pablo VI y el
reciente magisterio de Juan Pablo II acerca de la familia: «Haced todos los esfuerzos para
que haya una pastoral de la familia. Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la
evangelización en el futuro depende en gran parte de la "iglesia doméstica"» (Juan Pablo II,
Discurso inaugural IV a: AAS 71 p. 204), ratificamos la prioridad de la pastoral familiar
dentro de la Pastoral orgánica de América Latina.
Proponemos un esquema elemental de Pastoral Familiar:

591. a) La Pastoral Familiar se inserta admirablemente en la pastoral de toda la Iglesia: es
evangelizadora, profética y liberadora.

592. -Anuncia el Evangelio del amor conyugal y familiar como experiencia pascual vivida
en la Eucaristía.

593. -Denuncia las falacias y corruptelas que impiden o ensombrecen el Evangelio del amor
conyugal y familiar.

594. -Busca caminos para que las parejas y las familias puedan avanzar en su vocación al
amor y en su misión de formar personas, educar en la fe, contribuir al desarrollo. En los
casos tan frecuentes de familias incompletas, se han de buscar caminos pastorales para su
adecuada atención.

595. -Acoge a las parejas y familias, cualquiera sea la situación concreta de cada una, y las
acompaña con paso de Buen Pastor que comprende su debilidad al ritmo de su pobreza
humana y de su ignorancia.

596. b) Son agentes de esta Pastoral quienes se comprometen a vivir el Evangelio de la
familia y promueven pequeñas o amplias comunidades eclesiales familiares.
c) Desarrollan la Pastoral Familiar:

597. -En los momentos cargados de gracia salvífica que acontecen en las parejas y en las
familias: noviazgo, desposorio, boda, paternidad y educación de los hijos, aniversarios,
bautismos, primeras Comuniones, fiestas y celebraciones familiares, sin excluir crisis de la
convivencia familiar, momentos de dolor como la enfermedad y la muerte.

598. -Está íntimamente relacionada con la Pastoral Social en:
-el trabajo por la creación de estructuras y ambientes que hagan posible la vida en familia;
-en la recreación, procurando ambientes seguros y constructivos para los hijos y para todos
los jóvenes;
-en la cultura, comunicando valores recibidos de la historia familiar y de la historia local;
-en el apostolado, vinculándose en comunidades en íntima relación con la Jerarquía y en
compromiso con la Iglesia particular.

599. d) Partiendo de la Palabra, ofrece principios y pautas para la acción: Preferencia de
«ser más», sobre la tendencia de tener, poder, saber «más», sin servir más. Dar más que
recibir.

600. e) La Pastoral Familiar se desarrolla:
-En ambientes de confianza en la verdad.
-En la integración de los valores naturales de la familia con la fe.
-Con discernimiento cristiano de las circunstancias para la toma de decisiones.
Líneas de acción

601. a) Enriquecer y sistematizar la teología de la familia para facilitar su conocimiento y
profundización como «Iglesia doméstica» (162), con el fin de iluminar las nuevas
situaciones de las familias latinoamericanas.

602. b) Afirmar que en toda pastoral familiar deberá considerarse a la familia como sujeto y
agente insustituible de evangelización y como base de la comunión de la sociedad.

603. c) Promover en el seno de las familias un profundo espíritu de comunión entre sus
miembros, con expresiones de apertura y generoso servicio mutuo, procurando así la
realización de la Buena Nueva.

604. d) Recalcar la necesidad de una educación de todos los miembros de la familia en la
justicia y en el amor, de tal manera que puedan ser agentes responsables, solidarios y
eficaces para promover soluciones cristianas de la compleja problemática social
latinoamericana.

605. e) Considerar la catequesis pre-sacramental y su celebración litúrgica como momentos
privilegiados para el anuncio y respuesta al Evangelio del amor conyugal y familiar.

606. f) Procurar, como parte importante de la educación progresiva en el amor, la
educación sexual que debe ser oportuna e integral y que hará descubrir la belleza del amor
y el valor humano del sexo.

607. g) Acompañar a los esposos para ayudarlos a crecer en la fe y a profundizar en el
misterio del matrimonio cristiano. Así les ayudará a ser felices, enseñándoles a cultivar el
amor, entrar en diálogo, tener delicadezas y atenciones; a centrar en el hogar todos los
intereses de la vida.

608. h) Atender, en una actitud pastoral profundamente evangélica, al sentido problema de
las uniones matrimoniales de facto, de las familias incompletas, con un profundo espíritu de
comprensiva prudencia.

609. i) Educar preferentemente a los esposos para una paternidad responsable que los
capacite no sólo para una honesta regulación de la fecundidad y para incrementar el gozo
de su complementariedad, sino también para hacerles buenos formadores de sus hijos.

610. j) Proporcionar a las familias, ante las campañas antinatalistas de origen
gubernamental o promovidas desde otros países, suficientes conocimientos sobre los
múltiples efectos negativos de las técnicas imperantes en las filosofías neomaltusianas y
proceder a aplicar integralmente las normas éticas clara y repetidamente anunciadas por el
Magisterio.

611. Para lograr una honesta regulación de la fecundidad, se requiere promover la
existencia de centros en donde se enseñen científicamente los métodos naturales por parte
de personal calificado. Esta alternativa humanista evita los males éticos y sociales de la
anticoncepción y la esterilización, que históricamente han sido pasos previos a la
legalización del aborto.

612. k) No circunscribir la pastoral para el respeto del derecho básico de la vida al crimen
abominable del aborto, sino extenderla a la defensa de la integridad y la salud en los demás
momentos y circunstancias de la existencia humana.

613. l) Seguir fielmente esta recomendación: «En defensa de la familia... la Iglesia se
compromete a dar su ayuda e invita a los Gobiernos para que pongan como punto clave de su acción una política sociofamiliar inteligente, audaz, perseverante, reconociendo que ahí
se encuentra sin duda el porvenir -la esperanza- del Continente» (Juan Pablo II, Homilía en
Puebla 3: AAS 71 p. 185).

614. m) Impartir, tanto en los Seminarios como en los Institutos Religiosos y otros Centros,
una suficiente formación en Pastoral Familiar y, posteriormente, en la formación
permanente de los sacerdotes y demás agentes de la evangelización.

615. n) Promover y fortalecer los movimientos y formas del apostolado familiar, respetando
sus propios carismas dentro de la Pastoral de Conjunto.

616. o) Crear o vitalizar, para asegurar el éxito de estas líneas de acción, Centros de
Coordinación diocesana, nacional y latinoamericana para la Pastoral Familiar con
participación de los padres de familia.
2. Comunidades Eclesiales de Base, Parroquia, Iglesia Particular

617. Además de la familia cristiana, primer centro de evangelización, el hombre vive su
vocación fraterna en el seno de la Iglesia particular, en comunidades que hacen presente y
operante el designio salvífico del Señor, vivido en comunión y participación.
Así, dentro de la Iglesia particular, hay que considerar las parroquias, las Comunidades
Eclesiales de Base y otros grupos eclesiales.

618. La Iglesia es el Pueblo de Dios que expresa su vida de comunión y servicio
evangelizador en diversos niveles y bajo diversas formas históricas.

2.1. Situación 

619. En general: En nuestra Iglesia de América Latina hay grande anhelo de relaciones más
profundas y estables en la fe, sostenidas y animadas por la Palabra de Dios. Se ha
intensificado la oración en común y el esfuerzo del pueblo por participar más consciente y
fructuosamente en la liturgia.

620. Comprobamos un crecimiento en la corresponsabilidad de los fieles, tanto en la
organización como en la acción pastoral.

621. Hay conciencia y ejercicio más amplios de los derechos y deberes que competen a los
laicos como miembros de la comunidad.

622. Se percibe un gran anhelo de justicia y un sincero sentido de solidaridad, en un
ambiente social caracterizado por el avance del secularismo y los demás fenómenos propios
de una sociedad en transformación.

623. La Iglesia, poco a poco, se ha ido desligando de quienes detentan el poder económico
o político, liberándose de dependencias y prescindiendo de privilegios.

624. La Iglesia en América Latina quiere seguir dando un testimonio de servicio
desinteresado y abnegado, frente a un mundo dominado por el afán de lucro, por el ansia de
poder y por la explotación.

625. En la línea de una mayor participación, surgen ministerios ordenados, como el
diaconado permanente; no ordenados y otros servicios, como celebradores de la Palabra,
animadores de comunidades. Se advierte también mejor colaboración entre sacerdotes,
religiosos y laicos.

626. Se manifiesta más claramente en nuestras comunidades como fruto del Espíritu Santo,
un nuevo estilo de relaciones entre Obispos y Presbíteros y de ellos con su pueblo,
caracterizadas por mayor sencillez, comprensión y amistad en el Señor.

627. Todo esto es un proceso en el cual aún hay sectores amplios que presentan alguna
resistencia y que requieren comprensión y estímulo, así como una gran docilidad al Espíritu
Santo. Se necesita todavía mayor apertura del clero a la acción de los laicos, superación del
individualismo pastoral y de autosuficiencia. Por otra parte, el influjo del ambiente
secularizado ha producido, a veces, tendencias centrífugas respecto de la comunidad y
pérdida del auténtico sentido eclesial.

628. No se han encontrado siempre los medios eficaces para superar la escasa educación en
la fe de nuestro pueblo, que permanece indefenso ante la difusión de doctrinas teológicas
inseguras, frente al proselitismo sectario y a movimientos pseudo-espirituales.
En particular

629. Se comprueba que las pequeñas comunidades, sobre todo las Comunidades Eclesiales
de Base crean mayor interrelación personal, aceptación de la Palabra de Dios, revisión de
vida y reflexión sobre la realidad, a la luz del Evangelio; se acentúa el compromiso con la
familia, con el trabajo, el barrio y la comunidad local. Señalamos con alegría, como
importante hecho eclesial particularmente nuestro y como «esperanza de la Iglesia» (EN
58), la multiplicación de pequeñas comunidades. Esta expresión eclesial se advierte más en
la periferia de las grandes ciudades y en el campo. Son ambiente propicio para el
surgimiento de los nuevos servicios laicales. En ellas se ha difundido mucho la catequesis
familiar y la educación de la fe de los adultos, en formas más adecuadas al pueblo sencillo.

630. Sin embargo, no se ha prestado suficiente atención a la formación de líderes
educadores en la fe y cristianos responsables en los organismos intermedios del barrio, del
mundo obrero y campesino. No han faltado, quizá por eso, miembros de comunidad o
comunidades enteras que, atraídos por instituciones puramente laicas o radicalizadas
ideológicamente, van perdiendo el sentido auténtico eclesial.

631. La parroquia va logrando diversas formas de renovación, adecuadas a los cambios de
estos últimos años. Hay cambio de mentalidad entre los pastores; se llama a los laicos para
los consejos de pastoral y demás servicios; constante actualización de la catequesis,
presencia mayor del presbítero en el seno del pueblo, principalmente por medio de una red
de grupos y comunidades.

632. En la línea de la Evangelización, la parroquia presenta una doble relación de
comunicación y comunión pastoral: a nivel diocesano se integran las parroquias en zonas,
vicarías, decanatos; al interior de sí misma, se diversifica la pastoral según los distintos
sectores y se abre a la creación de comunidades menores.

633. Con todo, subsisten aún actitudes que obstaculizan este dinamismo de renovación:
primacía de lo administrativo sobre lo pastoral, rutina, falta de preparación a los
sacramentos, autoritarismo de algunos sacerdotes y encerramiento de la parroquia sobre sí
misma, sin mirar a las graves urgencias apostólicas del conjunto.

634. En la Iglesia particular se registra un notable esfuerzo por adecuar el territorio para
una mayor atención al Pueblo de Dios, por la creación de nuevas Diócesis. Hay empeño de
dotar a las Iglesias de aquellos organismos que promueven la corresponsabilidad, mediante
canales adecuados para el diálogo, como Consejos Presbiterales, Consejos de Pastoral,
Comisiones Diocesanas, que animan una pastoral más orgánica y adaptada a la realidad
peculiar de cada diócesis.

635. Hay también, por parte de las comunidades religiosas y de los movimientos laicales,
una mayor conciencia de la necesidad de insertarse, con espíritu eclesial, en la misión de la
Iglesia particular.

636. A nivel nacional, es notable el esfuerzo en pro de un mejor ejercicio de la colegialidad
en el seno de las Conferencias Episcopales, cada día mejor organizadas y dotadas de
organismos subsidiarios. Mención especial merece el desarrollo y la eficacia del servicio
que el CELAM ofrece a la comunión eclesial en todo el ámbito de América Latina.

637. A nivel universal, se destacan las relaciones de fraterno intercambio por el envío de
personal apostólico y la ayuda económica, establecidas con los episcopados de Europa y de
América del Norte, con apoyo de la Pontificia Comisión para América Latina -CAL-, cuya
continuación y profundización ofrecen oportunidades más amplias de participación intereclesial, signo notable de comunión universal.

2.2. Reflexión doctrinal 

638. El cristiano vive en comunidad bajo la acción del Espíritu Santo, principio invisible de
unidad y comunión, como también de la unidad y variedad de estados de vida, ministerios y
carismas.

639. En su familia, Iglesia doméstica, el bautizado es llamado a la primera experiencia de
comunión en la fe, en el amor y en el servicio a los demás.

640. En las pequeñas comunidades, sobre todo en las mejor constituidas, crece la
experiencia de nuevas relaciones interpersonales en la fe, la profundización de la Palabra de
Dios, la participación en la Eucaristía, la comunión con los Pastores de la Iglesia particular
y un compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes. Se pregunta: ¿cuándo una pequeña comunidad puede ser considerada verdadera comunidad
eclesial de base en América Latina?

641. La Comunidad Eclesial de Base, como comunidad, integra familias, adultos y jóvenes,
en íntima relación interpersonal en la fe. Como eclesial es comunidad de fe, esperanza y
caridad; celebra la palabra de Dios en la vida, a través de la solidaridad y compromiso con
el mandamiento nuevo del Señor y hace presente y actuante la misión eclesial y la
comunión visible con los legítimos pastores, a través del servicio de coordinadores
aprobados. Es de base por estar constituida por pocos miembros, en forma permanente y a
manera de célula de la gran comunidad. «Cuando merecen su título de eclesialidad, ellas
pueden conducir, en fraternal solidaridad, su propia existencia espiritual y humana» (EN
58).

642. Los cristianos unidos en comunidad eclesial de base, fomentando su adhesión a Cristo,
procuran una vida más evangélica en el seno del pueblo, colaboran para interpelar las raíces
egoístas y consumistas de la sociedad y explicitan la vocación de comunión con Dios y con
sus hermanos, ofreciendo un valioso punto de partida en la construcción de una nueva
sociedad, «la civilización del amor».

643. Las Comunidades Eclesiales de Base son expresión del amor preferente de la Iglesia
por el pueblo sencillo; en ellas se expresa, valora y purifica su religiosidad y se le da
posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar
el mundo.

644. La parroquia realiza una función en cierto modo integral de Iglesia, ya que acompaña
a las personas y familias a lo largo de su existencia, en la educación y en el crecimiento de
su fe. Es centro de coordinación y de animación de comunidades, de grupos y movimientos.
Aquí se abre más el horizonte de comunión y participación. La celebración de la Eucaristía
y demás sacramentos hace presente, de modo más claro, la globalidad de la Iglesia. Su
vínculo con la comunidad diocesana está asegurado por la unión con el Obispo, que confía
a su representante (normalmente el párroco), la atención pastoral de la comunidad. La
parroquia viene a ser para el cristiano el lugar de encuentro, de fraterna comunicación de
personas y de bienes, superando las limitaciones propias de las pequeñas comunidades. En
la parroquia se asumen, de hecho, una serie de servicios que no están al alcance de las
comunidades menores, sobre todo en la dimensión misionera y en la promoción de la
dignidad de la persona humana, llegando así a los migrantes más o menos estables, a los
marginados, a los alejados, a los no creyentes y, en general, a los más necesitados.

645. En la Iglesia particular, formada a imagen de la Iglesia universal, se encuentra y opera
verdaderamente la Iglesia de Cristo que es una, santa, católica y apostólica (163). Es una
porción del Pueblo de Dios, definida por un contexto socio-cultural más amplio, en el cual
se encarna. Su primacía en el conjunto de las comunidades eclesiales se debe al hecho de
estar presidida por un Obispo, dotado, en forma plena y sacramental, del triple ministerio
de Cristo, cabeza del cuerpo místico, profeta, sacerdote y pastor. El Obispo es, en cada
Iglesia particular, principio y fundamento de su unidad.

646. Por ser sucesores del los Apóstoles, los Obispos, a través de su comunión con el
Colegio Episcopal y de manera especial con el Romano Pontífice, hacen presente la
apostolicidad de toda la Iglesia; garantizan la fidelidad al Evangelio; realizan la comunión
con la Iglesia universal y promueven la colaboración de su Presbiterio y el desarrollo del
Pueblo de Dios, encomendado a sus cuidados.

647. Responsabilidad del Obispo será discernir los carismas y fomentar los ministerios
indispensables para que la Diócesis crezca hacia su madurez, como comunidad
evangelizada y evangelizadora, de tal manera que sea luz y fermento de la sociedad,
sacramento de unidad y de liberación integral, apta para el intercambio con las demás
Iglesias particulares, animada por el espíritu misionero, que la haga irradiar la riqueza
evangélica lograda en su interior.

2.3. Líneas pastorales 

648. Como pastores, queremos decididamente promover, orientar y acompañar las
Comunidades Eclesiales de Base, según el espíritu de Medellín (164) y los criterios de la
Evangelii Nuntiandi 58; favorecer el descubrimiento y la formación gradual de animadores
para ellas. Hay que buscar, en especial, cómo las pequeñas comunidades, que se
multiplican sobre todo en la periferia y las zonas rurales, puedan adecuarse también a la
pastoral de las grandes ciudades de nuestro Continente.

649. Es necesario continuar en las Parroquias el esfuerzo de renovación superando los
aspectos meramente administrativos; buscando la participación mayor de los laicos,
especialmente en el Concejo de Pastoral; dando prioridad a los apostolados organizados y
formando a los seglares para que asuman, como cristianos, sus responsabilidades en la
comunidad y en el ambiente social.

650. Se debe insistir en una opción más decidida por la pastoral de conjunto, especialmente
con la colaboración de las comunidades religiosas, promoviendo grupos, comunidades y
movimientos; animándolas en un esfuerzo constante de comunión, haciendo de la Parroquia
el centro de promoción y de servicios que las comunidades menores no pueden asegurar.

651. Han de impulsar las experiencias para desarrollar la acción pastoral de todos los
agentes en las parroquias y alentar la pastoral vocacional de los ministerios ordenados, de
los servicios laicales y de la vida religiosa.

652. Dignos de especial reconocimiento y de una voz de aliento son los Presbíteros y demás
agentes de pastoral, a quienes la comunidad diocesana debe respaldo, estímulo y
solidaridad, también en lo referente a la congrua sustentación y seguridad social, dentro del
espíritu de la pobreza.

653. Entre los Presbíteros, queremos destacar la figura del Párroco, como Pastor a
semejanza de Cristo, promotor de comunión con Dios y con sus hermanos a cuyo servicio
se entrega, con sus cohermanos Presbíteros en torno al Obispo; atento a discernir los signos
de los tiempos con su pueblo; animador de comunidades.

654. En el ámbito de la Iglesia particular, procúrese asegurar constante formación y
renovación de los agentes de pastoral, impulsando la espiritualidad y los cursos de
capacitación mediante centros de retiro y jornadas de oración. Es urgente que las curias
diocesanas lleguen a ser centros más eficaces de promoción pastoral en sus tres niveles de
Catequesis, Liturgia y Servicios de justicia y de caridad, reconociendo el valor pastoral del
servicio administrativo. Se debe intentar, con especial empeño, la integración de los
Consejos diocesanos de Pastoral y demás organismos diocesanos que, aunque presenten
algunas dificultades, son instrumentos indispensables para la planeación, implementación y
acompañamiento constante de la acción pastoral en la vida de la Diócesis.

655. La Iglesia particular ha de poner de relieve su carácter misionero y la comunión
eclesial, compartiendo valores y experiencias, así como favoreciendo el intercambio de
personas y de bienes.

656. Por medio de sus pastores, por la colegialidad episcopal y la unión al Vicario de
Cristo, la comunidad diocesana debe intensificar la estrecha comunión con el centro de
unidad de la Iglesia y la aceptación leal del servicio que ofrece, por su Magisterio, en la
fidelidad al Evangelio y la vivencia de la caridad. En esto se incluye la colaboración en la
acción -a nivel continental- por medio del CELAM y sus programas.

657. Nos empeñamos para que esta colegialidad, de la que Puebla, como las dos
Conferencias Generales que la precedieron, constituye un momento privilegiado, sea el
signo más fuerte de credibilidad del anuncio y servicio del Evangelio, en favor de la
comunión fraterna en toda América Latina.

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