miércoles, 3 de abril de 2013

Capítulo III.- ACCIÓN DE LA IGLESIA CON LOS CONSTRUCTORES DE LA SOCIEDAD PLURALISTA EN AMÉRICA LATINA


Capítulo III ACCIÓN DE LA IGLESIA CON LOS CONSTRUCTORES DE LA SOCIEDAD 
PLURALISTA EN AMÉRICA LATINA 

1206. La Iglesia colabora por el anuncio de la Buena Nueva y a través de una radical
conversión a la justicia y el amor, a transformar desde dentro las estructuras de la sociedad
pluralista que respeten y promueven la dignidad de la persona humana y le abran la
posibilidad de alcanzar su vocación suprema de comunión con Dios y de los hombres entre
sí (cf. EN 18, 19, 20).
3.1. Situación
Enfocamos solamente algunos aspectos que más directamente desafían nuestra acción
pastoral, en cierta forma como síntesis de cuestiones tratadas en distintos lugares.
1207. Sobre todo desde Medellín, se perciben dos claras tendencias.
a) Por una parte, la tendencia hacia la modernización con fuerte crecimiento económico,
urbanización creciente del continente, tecnificación de las estructuras económicas, políticas,
militares, etc.
b) Por otra, la tendencia a la pauperización y a la exclusión creciente de las grandes
mayorías latinoamericanas de la vida productiva. El pueblo pobre de América Latina, por
tanto, ansía una sociedad de mayor igualdad, justicia y participación a todos los niveles.
1208. Estas tendencias contradictorias favorecen la apropiación por una minoría
privilegiada de gran parte de la riqueza, así como de los beneficios creados por la ciencia y
por la cultura; por otro lado, engendran la pobreza de una gran mayoría con la conciencia
de su exclusión y del bloqueo de sus crecientes aspiraciones de justicia y participación.
Comprobamos, con todo, que van aumentando las clases medias en muchos países de
América Latina.
1209. Surge así un conflicto estructural grave: «la riqueza creciente de unos pocos sigue
paralela a la creciente miseria de las masas» (Juan Pablo II, Discurso inaugural III 4: AAS
71 p. 200).
3.2. Criterios doctrinales
1210. Vivimos en una sociedad pluralista, en la cual se encuentran diversas religiones,
concepciones filosóficas, ideologías, sistemas de valores que, encarnándose en diferentes
movimientos históricos, se proponen construir la sociedad del futuro, rechazando la tutela
de cualquier instancia incuestionable.
1211. Sabemos que la Iglesia, aportando una valiosa colaboración a la construcción de la
sociedad, no se atribuye competencia para proponer modelos alternativos (321). Adoptamos
así, los siguientes criterios doctrinales:
1212. a) No reivindicamos ningún privilegio para la Iglesia; respetamos los derechos de
todos y la sinceridad de todas las convicciones en pleno respeto a la autonomía de las
realidades terrestres. 1213. b) Sin embargo, exigimos para la Iglesia el derecho de dar testimonio de su mensaje
y de usar su palabra profética de anuncio y denuncia en sentido evangélico, en la corrección
de las imágenes falsas de la sociedad, incompatibles con la visión cristiana.
1214. c) Defendemos los derechos de los organismos intermedios dentro del principio de la
subsidiaridad, incluso de los creados por la Iglesia, en colaboración con todo lo que se
refiere al bien común.
3.3. Criterios pastorales
Abogamos por:
1215. a) La superación de la diferenciación entre pastoral de élites y pastoral popular. La
pastoral es una sola. Penetra «cuadros» o «élites» evangelizadoras; afecta todos los ámbitos
de la vida social; dinamiza la vida de la sociedad y al mismo tiempo se pone a su servicio.
1216. b) La responsabilidad específica de los laicos en la construcción de la sociedad
temporal, como lo inculca la Evangelii Nuntiandi (322).
1217. c) La preocupación preferencial en defender y promover los derechos de los pobres,
los marginados y los oprimidos.
1218. d) La preocupación preferencial por los jóvenes de parte de la Iglesia que ve en ellos
una fuerza transformadora de la sociedad.
1219. e) La responsabilidad insustituible de la mujer, cuya colaboración es indispensable
para la humanización de los procesos transformadores, como garantía de que el amor es una
dimensión de la vida y el cambio y porque su perspectiva es insustituible para la
representación completa de las necesidades y esperanzas del pueblo.
3.4. Opciones y líneas de acción
1220. Sabemos que el pueblo, en su dimensión total y en su forma particular, a través de
sus organizaciones propias, construye la sociedad pluralista. Frente a este desafío, tenemos
conciencia de que la misión de la Iglesia no se reduce a exhortar a los diversos grupos
sociales y a las categorías profesionales, en la construcción de una sociedad nueva para el
pueblo y con el pueblo, ni se trata solamente de estimular a cada uno de los grupos y
categorías a dar su contribución específica con honestidad y competencia, sino también a
ser agente de una concientización general de responsabilidad común, frente a un desafío
que exige la participación de todos.
1221. Tenemos conciencia de que la transformación de estructuras es una expresión externa
de la conversión interior. Sabemos que esta conversión empieza por nosotros mismos. Sin
el testimonio de una Iglesia convertida serían vanas nuestras palabras de pastores (323).
1222. Asumimos la necesidad de una pastoral orgánica en la Iglesia como unidad
dinamizadora para su eficacia permanente que comprenda entre otras cosas: principios
orientadores, objetivos, opciones, estrategias, iniciativas prácticas, etc. Principios orientadores
1223. La defensa y la promoción de la dignidad inalienable de la persona humana.
1224. El destino universal de los bienes creados por Dios y producidos por los hombres,
quienes no pueden olvidar que «sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social»
(Juan Pablo II, Discurso inaugural III 4: AAS 71 p. 200).
1225. El recurso a la fuente de la fuerza divina de la oración asidua, la meditación de la
palabra de Dios que cuestiona siempre, y la participación eucarística de los constructores de
la sociedad, quienes, con sus enormes responsabilidades, se hallan rodeados de tentaciones
que los llevan a encerrarse en el ámbito de las realidades terrenas sin apertura a las
exigencias del Evangelio.
1226. La comunidad cristiana conducida por el Obispo ha de establecer el puente de
contacto y diálogo con los constructores de la sociedad temporal, a fin de iluminarlos con la
visión cristiana, estimularlos con gestos significativos y acompañarlos con actuaciones
eficaces (324).
1227. En este contacto y diálogo debe circular, en actitud de escuchar en forma sincera y
acogedora, la problemática traída por ellos desde su propio ambiente temporal. Así
podremos encontrar los criterios, las normas y los caminos por los cuales profundizar y
actualizar la enseñanza social de la Iglesia, en el sentido de la elaboración de una ética
social capaz de formular las respuestas cristianas a los grandes problemas de la cultura
contemporánea (325). Exhortamos a todos a que luchen contra la corrupción económica en
los distintos niveles, tanto en la administración pública como en los negocios particulares,
pues con ella se causa grave perjuicio a la gran mayoría.
1228. Este diálogo requiere iniciativas que permitan el encuentro y la relación estrecha con
todos los que colaboran en la construcción de la sociedad, de tal manera que descubran su
complementariedad y convergencia. Por lo mismo, en esta acción hay que trabajar
prioritariamente con los que tienen poder decisorio. Esto no excluye el reconocimiento del
valor constructivo de tensiones sociales que, dentro de las exigencias de la justicia,
contribuyen a garantizar la libertad y los derechos, especialmente de los más débiles.
Objetivos, opciones y estrategias
1229. Formar en los distintos sectores pastorales personas capaces de ejercer en ellos un
liderazgo como fermento evangelizador.
1230. Elaborar, con personas de cada sector, normas de conducta cristiana que constituyan
objeto de reflexión y aplicación y que sean sometidas a una permanente revisión.
1231. Promover encuentros que reúnan personas de sectores pastorales diversos para
confrontar sus experiencias y para la convergencia de su acción. 1232. Estimular la elaboración de alternativas viables para la acción evangelizadora
tendientes a la renovación cristiana de las estructuras sociales.
1233. Promover la formación de sacerdotes y diáconos especializados y los nuevos
ministerios confiados a los laicos que se adapten a las necesidades pastorales de cada
sector.
1234. Desarrollar movimientos especializados que reúnan los elementos disponibles para la
evangelización del propio ambiente.
1235. Saber valorar los medios pobres, humildes, populares e incluso artesanales, para
comunicar el Mensaje.
1236. Preservar los recursos naturales creados por Dios para todos los hombres, a fin de
transmitirlos como herencia enriquecedora a las generaciones futuras.
Iniciativas prácticas
1237. Con simpatía y sin prevención, la Iglesia lleva su palabra a quienes, entre otros, sabe
que la esperan y necesitan su orientación o estímulo. A los que elaboran, difunden y
realizan ideas, valores y decisiones:
1238. A los políticos y hombres de gobierno recordamos las palabras del Concilio Vaticano
II: «sólo Dios es la fuente de vuestra autoridad y el fundamento de vuestras leyes»
(Vaticano II, Mensaje a la Humanidad, n. 2 A los Gobernantes) por mediación del pueblo.
Afirmamos la nobleza y la dignidad del compromiso con una actividad orientada a
consolidar la concordia interior y la seguridad exterior, estimulando la acción sensible e
inteligente del político para la mejor conducción del Estado, para la consecución del bien
común y para la conciliación eficaz de la libertad, la justicia y la igualdad en una genuina
sociedad participada. «La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas,
cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso título, están al
servicio de la vocación personal y social del hombre. Este servicio lo realizarán con tanta
mayor eficacia, para bien de todos, cuanto mejor cultiven ambas entre sí una sana
cooperación habida cuenta de las circunstancias de lugar y tiempo» (GS 76).
1239. Al mundo intelectual y universitario, para que actúe con libertad espiritual, cumpla
con autenticidad su función creativa, se disponga para la educación política -distinta de la
mera politización- y satisfaga la lógica interior de la reflexión y el rigor científico, porque
de ese mundo se esperan proyectos y líneas teóricas sólidas para la construcción de la
nueva sociedad (cf. Vaticano II, Mensaje a la Humanidad, a los hombres del pensamiento y
de la ciencia).
1240. A los científicos, técnicos y forjadores de la sociedad tecnológica, para que alienten
el espíritu científico con amor a la verdad a fin de investigar los enigmas del universo y
dominar la tierra; para que eviten los efectos negativos de una sociedad hedonista y la
tentación tecnocrática y apliquen la fuerza de la tecnología a la creación de bienes y a la
invención de medios destinados a rescatar al hombre del subdesarrollo. Se espera de ellos especialmente estudios e investigaciones con miras a la síntesis entre la ciencia y la fe.
Exhortamos a todos los pensadores conscientes del valor de la sabiduría -cuya primera y
última fuente es el Logos- y preocupados con la creación del humanismo nuevo, a que
tengan en cuenta la gran afirmación de la Gaudium et Spes: «El destino futuro del mundo
corre peligros si no se forman hombres más instruidos en esta sabiduría» (n. 15c).
Para esto, es necesario un gran esfuerzo de diálogo interdisciplinario de la teología, la
filosofía y las ciencias, en pos de nuevas síntesis.
1241. A los responsables de los medios de comunicación para que elaboren y respeten un
código de ética de la información y la comunicación; para que tomen conciencia de que la
neutralidad instrumental de los medios los hace disponibles para el bien o para el mal; para
que sirvan a la verdad, la objetividad, la educación y el conocimiento suficiente de la
realidad.
1242. A los creadores en el arte, para que intuyan los rumbos del hombre, presientan e
interpreten sus crisis, abran la dimensión estética de la vida humana y contribuyan a la
personalización del hombre concreto.
1243. A los juristas según su saber especial, para que reivindiquen el valor de la ley en la
relación entre gobernantes y gobernados y para la disciplina justa de la sociedad. A los
jueces, para que no comprometan su independencia, juzguen con equidad e inteligencia y
sirvan a través de sus sentencias a la educación de gobernantes y gobernados en el
cumplimiento de las obligaciones y el conocimiento de sus derechos.
1244. A los obreros. En el mundo que se urbaniza e industrializa crece el papel de los
obreros «como principales artífices de las prodigiosas transformaciones que el mundo
conoce hoy» (Vaticano II, Mensaje a los trabajadores n. 6). Para esto, deben comprometer
su experiencia en la búsqueda de nuevas ideas; renovarse a sí mismos y contribuir de
manera aún más decidida a construir la América Latina de mañana. Que no olviden lo que
les dijo el Papa en el mismo discurso: es derecho de los obreros «crear libremente
organizaciones para defender, promover sus intereses, para contribuir responsablemente al
bien común» (Juan Pablo II, Alocución obreros de Monterrey 3: AAS 71 p. 241).
1245. A los campesinos: Vosotros sois fuerza dinamizadora en la construcción de una
sociedad más participada. Abogando por vosotros, el Santo Padre dirigió estas palabras a
los sectores de poder: «Por parte vuestra, responsables de los pueblos, clases poderosas que
tenéis a veces improductivas las tierras que esconden el pan que a tantas familias falta: la
conciencia humana, la conciencia de los pueblos, el grito del desvalido y, sobre todo, la voz
de Dios, la voz de la Iglesia os repite conmigo: No es justo, no es humano, no es cristiano
continuar con ciertas situaciones claramente injustas. Hay que poner en práctica medidas
reales, eficaces, a nivel local, nacional e internacional, en la amplia línea marcada por la
Encíclica Mater et Magistra... Amadísimos hermanos e hijos: trabajad en vuestra elevación
humana» (Juan Pablo II, Alocución Oaxaca 9: AAS 71 p. 210).
1246. A la sociedad económica, para que los economistas contribuyan con un pensamiento
creativo a dar respuestas prontas a las demandas fundamentales del hombre y de la sociedad. Para que los empresarios, teniendo presente la función social de la empresa,
actúen concibiéndola no sólo como factor de producción y lucro, sino como comunidad de
personas y como elemento de una sociedad pluralista, sólo viable cuando no existe
concentración excesiva del poder económico.
1247. A los militares: les recordamos con Medellín que «tienen la misión de garantizar las
libertades políticas de los ciudadanos, en lugar de ponerles obstáculos» (Med. Pastoral de
Élites 20). Que tengan conciencia de su misión: garantizar la paz y la seguridad de todos.
Que jamás abusen de la fuerza. Que sean más bien los defensores de la fuerza del Derecho.
Que propicien también una convivencia libre, participativa y pluralista.
1248. A los funcionarios, para que asuman su actividad como un servicio, porque la
dignidad de la función y la vida pública reside en el hecho de que su destinatario natural es
la sociedad y, sobre todo, quienes menos tienen y más dependen del buen funcionamiento
de lo público.
1249. A todos, por fin, que contribuyan al funcionamiento normal de la sociedad;
profesionales liberales, comerciantes, para que asuman su misión en espíritu de servicio al
pueblo que de ellos espera la defensa de su vida, de sus derechos y la promoción de su
bienestar.
3.5. Conclusión
1250. En la actual coyuntura de América Latina, los cambios podrán ser rápidos y
profundos en beneficio de todos, especialmente de los pobres por ser los más afectados, y
de los jóvenes, que asumirán en breve los destinos del Continente.
1251. Proponemos para eso la movilización de todos los hombres de buena voluntad. Que
se unan con nuevas esperanzas en esa inmensa tarea. Queremos escucharlos con viva
sensibilidad; unirnos a ellos en su acción constructiva.
1252. Con nuestros hermanos que profesan una misma fe en Cristo, aunque no pertenezcan
a la Iglesia Católica, esperamos unir los esfuerzos, preparando constantes y progresivas
convergencias que apresuren la llegada del Reino de Dios.
1253. A los hijos de la Iglesia que se empeñan en puestos de avanzada queremos
transmitirles nuestra confianza en su acción, haciendo de ellos nuestros mensajeros de
nuevas esperanzas. Sabemos que en el Evangelio, en la oración y en la Eucaristía, tratarán
de encontrar la fuente para constantes revisiones de vida y la fuerza de Dios para su acción
transformadora.

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