miércoles, 3 de abril de 2013

III.- FAMILIA Y DEMOGRAFÍA

III
"Familia y demografía"
  
1. No es fácil, por varias razones, una reflexión sobre la familia en América Latina. Porque la idea de familia se encarna en realidades sociológicas sumamente diversas. Porque la familia ha sufrido, tal vez más que otras instituciones, los impactos de las mudanzas y transformaciones sociales. Porque en América Latina la familia sufre de modo especialmente grave las consecuencias de los círculos viciosos del subdesarrollo: malas condiciones de vida y cultura, bajo nivel de salubridad, bajo poder adquisitivo, transformaciones que no siempre se pueden captar adecuadamente.

I. La familia en situación de cambio en América Latina

2. La familia sufre en América latina, como también en otras partes del mundo, la influencia de cuatro fenómenos sociales fundamentales:
  • a) El paso de una sociedad rural a una sociedad urbana, que conduce a la familia de tipo patriarcal hacia un nuevo tipo de familia, de mayor intimidad, con mejor distribución de responsabilidades y mayor dependencia de otras microsociedades;
  • b) El proceso de desarrollo lleva consigo abundantes riquezas para algunas familias, inseguridad para otras y marginalidad social para las restantes;
  • c) El rápido crecimiento demográfico, que si bien no debe ser tomado como la única variable demográfica y mucho menos como la causa de todos los males de América Latina, sí engendra varios problemas tanto de orden socio-económico como de orden ético y religioso;
  • d) El proceso de socialización que resta a la familia algunos aspectos de su importancia social y de sus zonas de influencia, pero que deja intactos sus valores esenciales y su condición de institución básica de la sociedad global.
3. Estos fenómenos producen en la familia de América Latina algunas repercusiones que se traducen en problemas de cierta gravedad. En la imposibilidad de catalogarlos todos, apuntamos los que parecen tener mayor trascendencia, más frecuente incidencia o mayor resonancia socio -pastoral:
  • a) Bajísimo índice de nupcialidad. América Latina cuenta con los más bajos índices de nupcialidad en relación a su población. Esto indica un alto porcentaje de uniones ilegales, aleatorias y casi sin estabilidad, con todas las consecuencias que de allí se derivan.
  • b) Alto porcentaje de nacimientos ilegítimos y de uniones ocasionales, factor que pesa fuertemente sobre la explosión demográfica.
  • c) Creciente y alto índice de disgregación familiar, sea por el divorcio, tan fácilmente aceptado y legalizado en no pocas partes, sea por abandono del hogar (casi siempre por parte del padre), sea por los desórdenes sexuales nacidos de una falsa noción de masculinidad.
  • d) Acentuación del hedonismo y del erotismo como resultante de la asfixiante propaganda propiciada por la civilización de consumo.
  • e) Desproporción de los salarios con las condiciones reales de la familia.
  • f) Serios problemas de vivienda por insuficiente y defectuosa política al respecto.
  • g) Mala distribución de los bienes de consumo y civilización, como alimentación, vestuario, trabajo, medios de comunicación, descanso y diversiones, cultura y otros.
  • h) Imposibilidad material y moral, para muchos jóvenes, de constituir dignamente una familia, lo cual hace que surjan muchas células familiares deterioradas.
Nuestro deber pastoral nos lleva a hacer un apremiante llamado a los que gobiernan y a todos los que tienen alguna responsabilidad al respecto, para que den a la familia el lugar que le corresponde en la construcción de una ciudad temporal digna del hombre, y le ayuden a superar los graves males que la afligen y que pueden impedir su plena realización.
2. Papel de la familia latinoamericana
4. "Un hecho muestra bien el vigor y la solidez de la institución matrimonial y familiar: las profundas transformaciones de la sociedad contemporánea, a pesar de las dificultades a que han dado origen, con muchísima frecuencia manifiestan, de varios modos la verdadera naturaleza de tal institución" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 47).
Es por tanto necesario tener en cuenta la doctrina de la Iglesia para fijar una acción pastoral que lleve a la familia latinoamericana a conservar o adquirir los valores fundamentales que la capacitan para cumplir su misión.
Entre éstos, queremos señalar tres especialmente: la familia formadora de personas, educadora en la fe, promotora del desarrollo.
Formadora de Personas
5. "Esta misión de ser célula primera y vital de la sociedad, la familia la ha recibido directamente de Dios" (Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, No. 11).
"Es, pues, deber de los padres, crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezcan la educación íntegra, personal y social de los hijos" (Conc. Vat. II, Decl. Gravissimum educationis, No. 3).
"Permanece en cada hombre la obligación de conservar lo esencial a toda persona humana, en la que sobresalen los valores de la inteligencia, de la voluntad, de la conciencia y de la fraternidad... la familia es en primer lugar, como la madre y nodriza de esta educación" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 61).
Esta doctrina del Concilio Vaticano II nos hace ver la urgencia de que la familia cumpla su cometido de formar personalidades integrales, para lo cual cuenta con muchos elementos.
En efecto, la presencia e influencia de los modelos distintos y complementarios del padre y de la madre (masculino y femenino), el vínculo del afecto mutuo, el clima de confianza, intimidad, respeto y libertad, el cuadro de vida social con una jerarquía natural pero matizada por aquel clima, todo converge para que la familia se vuelva capaz de plasmar personalidades fuertes y equilibradas para la sociedad.
Educadora en la fe
6. "Los esposos cristianos son para sí mismos, para sus hijos y demás familiares, cooperadores de la gracia y testigos de la fe. Son para sus hijos los primeros predicadores de la fe y los primeros educadores" (Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, No. 11), y deben "inculcar la doctrina cristiana y las virtudes evangélicas a los hijos amorosamente recibidos de Dios" y realizar esta misión "mediante la palabra y el ejemplo", de tal manera que "gracias a los padres que precederán con el ejemplo y la oración en familia, los hijos y aun los demás que viven en el círculo familiar encontrarán más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación y de la santidad" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 48).
Sabemos que muchas familias en América Latina han sido incapaces de ser educadoras en la fe, o por no estar bien constituidas o por estar desintegradas; otras porque han dado esta educación en términos de mero tradicionalismo, a veces con aspectos míticos y supersticiosos. De ahí la necesidad de dotar a la familia actual de elementos que le restituyan su capacidad evangelizadora, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia.
Promotora del desarrollo
7. La familia es la primera escuela de las virtudes sociales que necesitan todas las demás sociedades... Encuentran en la familia los hijos la primera experiencia de una sana sociedad humana... y se introducen poco a poco en la sociedad civil y en la Iglesia" (Conc. Vat. II, Decl. Gravissimum educationis, No. 3).
Además "la familia es escuela del más rico humanismo" y "el humanismo completo es el desarrollo integral". "La familia, en la que coinciden diversas generaciones y se ayudan mutuamente para adquirir una sabiduría más completa, y para saber armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la sociedad" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 52). "En ella los hijos, en un clima de amor, aprenden juntos con mayor facilidad la recta jerarquía de las cosas, al mismo tiempo que se imprimen de modo como natural en el alma de los adolescentes formas probadas de cultura a medida que van creciendo" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 61). "A los padres corresponde el preparar en el seno de la familia a sus hijos... para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres, el enseñarles gradualmente, sobre todo con el ejemplo, a preocuparse de las necesidades del prójimo, tanto materiales como espirituales" (Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, No. 30); así la familia cumplirá su misión si "promueve la justicia y demás obras buenas al servicio de todos los hermanos que padecen necesidad" (Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, No. 11). De aquí que "el bienestar de la persona y de la sociedad humana esté ligado estrechamente a una favorable situación de la comunidad conyugal y familiar, pues es ésta un factor importantísimo en el desarrollo.
"Por ello, todos los que influyen en las comunidades y grupos sociales deben contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la familia" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 52).

III. Problemas de demografía en América Latina

8. La cuestión demográfica reviste en nuestro continente una complejidad y delicadeza peculiares: es cierto que existe, hablando en general, un rápido crecimiento de población, debido menos a los nacimientos, que al bajo índice de mortalidad infantil, a la vez que al creciente índice de longevidad; pero es cierto, también, que la mayoría de nuestros países adolece de subpoblación y necesita aumento demográfico hasta como factor de desarrollo; también es cierto que las condiciones socio-económico-culturales, excesivamente bajas, se muestran adversas a un crecimiento demográfico pronunciado.
9. Como Pastores, sensibles a los problemas de nuestra gente, haciendo nuestros sus dolores y angustias, juzgamos necesario enunciar algunos puntos fundamentales sobre esta materia. Todo enfoque unilateral, como toda solución simplista respecto de estos problemas, son incompletos y por lo tanto equivocados. Aparece como particularmente dañosa la adopción de una política demográfica antinatalista que tiende a suplantar, sustituir o relegar al olvido una política de desarrollo, más exigente, pero la única aceptable. "Trátase en efecto, no de suprimir los comensales, sino de multiplicar el pan".
10. En este sentido la Encíclica Humanae vitae, con el carácter social que en ella ocupa un lugar prominente y que la coloca al lado de la Populorum progressio, tiene para nuestro continente una importancia especial. Pues ante nuestros problemas y aspiraciones la Encíclica:
  • a) Acentúa la necesidad imperiosa de salir al encuentro del desafío de los problemas demográficos con una respuesta integral y enfocada hacia el desarrollo;
  • b) Denuncia toda política fundada en un control indiscriminado de nacimientos, es decir, a cualquier precio y de cualquier manera, sobre todo cuando éste aparece como condición para prestar ayudas económicas;
  • c) Se yergue como defensora de valores inalienables: el respeto a la persona humana, especialmente de los pobres y marginados, el aprecio de la vida, el amor conyugal;
  • d) Contiene una invitación y un estímulo para la formación integral de las personas mediante una autoeducación de los matrimonios cuyos elementos principales son: el autodominio, el rechazo de soluciones fáciles pero peligrosas por ser alienantes y deformadoras, la necesidad de la gracia de Dios para cumplir la ley, la fe como animadora de la existencia y un humanismo nuevo libertado del erotismo de la civilización burguesa.
11. La aplicación de la Encíclica, en la parte que se refiere a la ética conyugal, como lo reconoce el mismo Papa, "aparecerá fácilmente a los ojos de muchos difícil y hasta imposible en la práctica". Conscientes de esas dificultades, y sintiendo en el alma los interrogantes y angustias de todos nuestros hijos, y empeñados en ofrecer nuestro apoyo a todos indistintamente, pero de modo particular a aquellos que escuchan la palabra del Papa y tratan de vivir el ideal que ella propone, indicamos los siguientes puntos:
  • a) La enseñanza del Magisterio en la Encíclica es clara e inequívoca sobre la exclusión de los medios artificiales para hacer voluntariamente infecundo el acto conyugal;
  • b) Pero el mismo Santo Padre reafirmó, al inaugurar esta Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano: "esta norma no constituye una ciega carrera hacia la superpoblación; ni disminuye la responsabilidad ni la libertad de los cónyuges, a quienes no prohibe una honesta y razonable limitación de la natalidad, ni impide las terapéuticas legítimas ni el progreso de las investigaciones científicas" (Pablo VI, Discurso en la apertura de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Bogotá, agosto 24 de 1968);
  • c) La vida sacramental, sobre todo como un camino para una progresiva maduración humana y cristiana del matrimonio, es un derecho y más aún un deber, y corresponderá a nosotros, Pastores, facilitar ese camino a los matrimonios cristianos;
  • d) La ayuda mutua que los matrimonios se proporcionan al reunirse, respaldados por peritos en ciencias humanas y por sacerdotes imbuidos de espíritu pastoral, puede ser inestimable para los que, a pesar de las dificultades, procuran alcanzar el ideal propuesto;
  • e) Formulamos el propósito y procuraremos cumplirlo, no sólo de prestar "nuestro servicio a las almas en estas grandes dificultades... con corazón de Buen Pastor", sino sobre todo de subrayar nuestra propia solidaridad con los matrimonios que sufren, por medio del ejemplo de nuestra propia abnegación personal y colectiva, en la pobreza real, en el celibato asumido con sinceridad y vivido con seriedad y alegría, en la paciencia y dedicación a los hombres, en la obediencia a la Palabra de Dios, y sobre todo en la caridad llevada hasta el heroísmo.

IV. Recomendaciones para una pastoral familiar

12. Por varios factores históricos, étnicos, sociológicos, y hasta caracterológicos, la institución familiar siempre tiene en América Latina una importancia global muy grande.
Es cierto que en las grandes ciudades pierde parte de esa importancia. En las áreas rurales, que forman aún la mayor parte del continente, a pesar de todos los cambios externos, la familia continúa desempeñando un papel primordial en lo social, en lo cultural, lo ético y lo religioso.
Por eso, y más aún por su condición de formadora de personas, educadora en la fe y promotora del desarrollo, pero también a fin de sanar todas las carencias que ella padece y que tiene graves repercusiones, juzgamos necesario dar a la pastoral familiar una prioridad en la planificación de la Pastoral de conjunto; sugerimos que ésta sea planeada en diálogo con los casados que, por su experiencia humana y los carismas propios del sacramento del matrimonio, pueden ayudar eficazmente en ella.
Esta pastoral familiar debe tener, entre otras, algunas metas y orientaciones fundamentales que a continuación enunciamos:
  • 13. Procurar, desde los años de la adolescencia, una sólida educación para el amor, que integre y al mismo tiempo sobrepase la simple educación sexual, inculcando en los jóvenes de ambos sexos la sensibilidad y la conciencia de los valores esenciales: amor, respeto, don de sí.
  • 14. Difundir la idea y facilitar en la práctica una preparación para el matrimonio accesible a todos los que se van a casar y tan integral como sea posible: física, sicológica, jurídica, moral y espiritual.
  • 15. Elaborar y difundir una espiritualidad matrimonial basada al mismo tiempo en una clara visión del laico en el mundo y en la Iglesia, y en una teología del matrimonio como sacramento.
  • 16. Inculcar en los jóvenes y, sobre todo, en los recién casados, la conciencia y la convicción de una paternidad realmente responsable.
  • 17. Despertar en los esposos la necesidad del diálogo conyugal que los lleve a una unidad profunda y a un espíritu de corresponsabilidad y colaboración.
  • 18. Facilitar el diálogo entre padres e hijos que ayude a superar en el seno de la familia el conflicto generacional y haga del hogar un lugar donde se realice el encuentro de las generaciones.
  • 19. Hacer que la familia sea verdaderamente "Iglesia doméstica": comunidad de fe, de oración, de amor, de acción evangelizadora, escuela de catequesis.
  • 20. Llevar todas las familias a una generosa apertura para con las otras familias, inclusive de confesiones cristianas diferentes; y sobre todo las familias marginadas o en proceso de desintegración; apertura hacia la sociedad, hacia el mundo y hacia la vida de la Iglesia.
  • 21. Queremos, por fin, estimular a aquellos matrimonios que se esfuerzan por vivir la santidad conyugal y realizan el apostolado familiar, así como a los que, "de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad, una prole más numerosa para educarla dignamente" (Conc. Vat. II, Const. Past, Gaudium et spes, No, 30).
Bien planeada y bien ejecutada, mediante los movimientos familiares, tan meritorios, o mediante otras formas, la pastoral familiar contribuirá ciertamente a hacer de nuestras familias una fuerza viva, (y no, como podría acontecer, un peso muerto) al servicio de la construcción de la Iglesia, del desarrollo a realizar y de las necesarias transformaciones en nuestro continente.

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